Naturalmente todos los medios hablan de ello;
de su historia y de nuestros próceres, palabra
justa para definir a las personas que en 1821
lograron la Independencia de España.
El diccionario define a próceres como: "alto,
elevado, majestuoso o como una persona
importante, noble y de elevada posición social".
Magnífica cogitación de la palabra. Porque
básicamente todos los que lucharon por nuestra
Independencia, o mejor dicho, de nuestra
emancipación de España, eran importantes, nobles
y de elevada posición social. El pueblo pobre
o de clase media no participó. Por eso la
“independencia” no fue una lucha popular. Fue el
deseo de los criollos en desplazar a los peninsulares
y tomar para sí su liderazgo, como siempre ha sido
y continúa siéndolo: la lucha por el poder.
Todos los “próceres” eran criollos, excepto uno de
ellos, Don Pedro Pablo Castillo, de extracción
mestiza; pero vistiéndose como español y
hablando sólo ese idioma, el diccionario lo define
mejor como ladino. Por eso es tal vez poco
conocido. Todo el mundo habla de los otros, con
natural demasía. En la Colonia éramos elitistas,
clasistas y racistas y lo fuimos aún más con la
Independencia y parece que todavía lo seguimos
siendo. El racismo es una posición nefasta, pero
al mismo tiempo común. Un refrán anónimo lo
ridiculiza: "El racismo es como juzgar el valor de
un libro por el color de su carátula".
El problema se complica porque muchas veces el
racismo no sólo es aceptado por los que se creen
superiores sino que también por aquellos a quienes
se les llama inferiores, sin serlo.
En la colonia se fomentó una estratificación
artificial de la sociedad; lo cual no solo continuó
sino que se agudizó con la Independencia y con la
venida posterior de nuevas inmigraciones.
Siendo nuestro pueblo básicamente mestizo tiene
que considerarse no solo orgulloso de su sangre
española (y con ella todo el elemento racial que la
conforma, incluyendo un fuerte porcentaje de
sangre árabe y judía), sino también debe sentirse
orgulloso, de cualquier dosis de sangre indígena o
mulata que posea. Considerando que las mezclas
son provechosas por la diversidad de genes y que
no existen razas inferiores, ni tampoco superiores.
Si aceptáramos lo blanco como superior estaríamos
renunciando a nuestro elemento indígena
y estaríamos aceptando la “superioridad” de
alguien más blanco que nosotros.
Esto se llama dependencia o incluso esclavitud
mental y de nada nos serviría la Independencia de
España ni siquiera el esfuerzo de José Simeón
Cañas, exigiendo la emancipación de los esclavos.
¡Que este 15 de septiembre de 2012, sea la fecha
de la fortificación de nuestra autoestima y de
nuestra Independencia mental! La independencia
política y económica vendrían después.
Por otro lado, la Independencia se define como la
“situación del individuo o Estado, etc., que goza de
libertad y autonomía o bien de la situación de una
colectividad que no está sometida a la autoridad
de otra".
¿Seremos así realmente independientes o más
bien, en este mundo internacionalmente comunicado
y totalmente interdependiente; nos podemos al
menos conformar de que somos relativamente
independientes?
No podemos insistir en una independencia plena,
lo que nos volvería solitarios o únicos en el mundo.
Tenemos experiencia en serlo. Claro, en situaciones
no tan positivas, por cierto. Pero debemos definir
que Independencia, es al menos, actuar con
identidad propia; sin nacionalismos extremos, pero
también sin entreguismo servil.
En su libro, Escritos Políticos y Discursos el Dr.
Juan José Arévalo, ex-presidente de Guatemala,
manifestaba: “El 15 de Septiembre de 1821, como
resultado necesario de la efervescencia continental
y para satisfacer aspiraciones largamente
acariciadas por los criollos, esta colonia asume su
propio Gobierno, a fin de convertirse en un país
republicano. Tomaron el nombre de Provincias
Unidas de C.A y se consolidaron en un pacto
federal".
Y más adelante agrega:
"Pero los celos regionales, casi lugareños, de las
zonas distantes que miraban con desagrado el
predominio del Estado y de la Ciudad de
Guatemala, sembraron la idea del separatismo;
explotadas con fortuna por caudillos inferiores.
Por otra parte, las guerras intensivas habían
socavado la armonía y la unidad nacional y los
Estados empezaron a proclamar su Independencia,
consumándose el doloroso desmembramiento que
acabó con la gran nación centroamericana; para
dejar 5 pequeñas repúblicas: Nicaragua, Honduras,
Costa Rica, Guatemala y El Salvador; en el orden
de su separación".
El Salvador, último Estado sobreviviente,
se constituyó en República en enero de 1841.
Amamos a nuestra Patria y la sentimos grande
y poderosa, definitivamente porque es nuestra.
Hablamos de nuestra Independencia y respetamos
su día; apreciamos nuestros símbolos patrios,
cantamos nuestro himno con amor y sentimiento,
porque somos salvadoreños y nos sentimos
orgullosos de ser sus hijos.
Respetamos a nuestros próceres y los consideramos
héroes nacionales; sin entrar en aclaraciones
históricas anteriormente descritas. El 15 de
Septiembre es un día de regocijo nacional por su
gran trascendencia histórica. Pero aparte de ese
júbilo y especial celebración, tiene que ser un día
obligado de meditación.
Tenemos que vibrar en coro por nuestra efemérides
histórica, pero también tenemos que sopesar
nuestra realidad, conocer nuestras limitaciones
y proponernos metas de un futuro esperanzador.
No solamente historia sino que también destino.
Tenemos que dejar de pensar con la cabeza de
otros y dejar de aceptar paradigmas auto impuestos
o impedir que nos manipulen los que tienen
el poder y los medios para hacerlo.
¡15 de Septiembre! en el 2012, 191 años del día
de la independencia patria en 1821.
Siendo todos salvadoreños y reconociendo que
todos somos iguales ante la Ley (la de Dios y la de
los hombres) no puede haber grupos dominantes
ni grupos dominados. El Salvador es de todos.
Debemos puntualizar en este día y recordarlas
permanente las famosas palabras de un ilustre
luchador de las libertades civiles: "Nadie se nos
montará encima, sino doblamos la espalda.
O como dicen la Santa Escrituras: de rodillas,
únicamente ante Dios; de pie, siempre, ante los
hombres".
Nuestra salvadoreñidad refleja el crisol de la
mezcla de razas y costumbres; y también nos
enseña el pasado y en alguna forma nuestro
presente ¿Quiénes somos? ¿De dónde vinimos?
¿Adónde estamos? Pero no nos dice nada de
nuestro futuro, de nuestra visión y de nuestras esperanzas.
¿Qué queremos? ¿Adónde vamos?
Debemos comprender que los salvadoreños
y salvadoreñas, indistintamente de la mezcla
racial que se posea, el color de piel, la condición
económica, la tradición familiar y demás
condiciones que nos diferencian dentro de esa
unidad característica que es nuestra nacionalidad;
somos todos importantes y no debemos sentirnos
inferiores a nadie. Debemos rechazar en nuestro
País estos conceptos caducos que la Sociedad se
autoimpone, buscando en los otros, generalmente
los diferentes al grupo dominante, sus chivos
expiatorios. Incluso muchas veces, a las víctimas
se las convierte en victimarios; pero se encuentra
un justificativo: Nacieron para servir, para sufrir,
o para ser esclavos (y ahora que la esclavitud
ha sido nominalmente suprimida; para ser
dominados, que en la práctica sigue siendo lo
mismo, ó a veces, incluso peor).
El racismo (sentirse superior por el color de la piel;
generalmente, entre más rubio y más blanco,
mejor) y el clasismo (el que más tiene, más vale)
y la nobleza (el mito de la “sangre azul” y los
“plebeyos”), es algo que se mantiene vigente, en
las mentes de los dominantes y –cosa extraña por
cierto– también en las mentes de los sometidos.
Estos, en vez de unirse, se estratifican aún más,
clasificándose en superiores e inferiores, entre
ellos mismos. E incluso son los que por servilismo
ó dependencia, se encargan por orden de sus
patrones, de denigrar a otros grupos señalados,
sin darse cuenta que ellos a su vez se encuentran
también estigmatizados. Tenemos que mantener
en alto nuestra autoestima y saber negociar con
los poderosos; tenemos que rehacer nuestro
destino.
Como individuos, tenemos que pensar con nuestra
cabeza y dejar de ser borregos y evitar que nos
manipulen, sobre todo con esos paradigmas no
demostrados y esas campañas de desinformación
que se ven en el presente, tanto nacionales como
internacionales, lo cual no es cosa reciente, sino
que ha sido la tónica y sistema, utilizados desde
tiempos inmemoriales. De esa forma también se
ha cambiado la historia.
Tenemos que lograr también nuestra independencia
mental y sentirnos además de nuestro El Salvador
“orgullosos, de hijos suyos podernos llamar”.
Si mantenemos en alto nuestra estima y sabemos
negociar con los poderosos; si podemos hacer lo
que queremos y querer hacer lo que nos conviene.
La Patria entera está dispuesta a la esperanza de
ser re-encontrada por sus hijos, hecha por ellos,
para sentirse propia. No basta nacer en ella. Hay
que hacerla. Y tampoco basta desear morir en ella.
Hay que trabajar por ella y para ella; mientras
tengamos un aliento de vida. Tenemos que
reconquistar a la Patria, detener su deterioro
y guiarla por nobles derroteros.
Hay otros 2 grandes eventos que complementan
nuestra independencia histórica: la no-anexión con
México, a finales de 1824 y la liberación de los
esclavos el 31 de diciembre de 1823; ya que no
puede haber independencia, sin libertad.
También debemos recordar un penoso y no muy
conocido incidente:
Luchamos por no ser anexados por México, pero
no por una actitud de independencia, ya que
añoramos en ese mismo tiempo ser absorbidos por
los Estados Unidos. En efecto, en enero de 1822,
a escasos meses de ser declarados independientes
de España, se decretó en Guatemala la anexión
de Centroamérica a México, con lo cual nuestro
País manifestó su desacuerdo, desatándose
un conflicto armado. El 5 de diciembre de 1822,
un recién formado Congreso salvadoreño decretó
la anexión unilateral de nuestro país a los Estados
Unidos de América. Manuel José Arce junto a Juan
Manuel Rodríguez fueron a Washington a negociar
el decreto de anexión. Seguimos nominalmente
independientes simplemente porque Estados
Unidos no nos quiso. Nuestros próceres ofrecieron
a nuestro país en bandeja de plata –algo que
continuamente hacemos– pero al menos en ese
momento, nos rechazaron.
También tenemos que saber negociar con los
grandes; y no enfrentarnos aunque sea verbalmente
con países que necesitamos, o podríamos obtener
provecho con esa relación. No tenemos que tenerle
miedo a nuestra relación amigable con países
poderosos como los Estados Unidos o países
medianos como Brasil o Venezuela. Los 3 países
negocian entre sí, y cuando lo hacen se olvidan de
sus diferencias. Mucho se habla en términos
peyorativos contra Chávez y la entrada de nuestro
país a Petrocaribe; aunque nos simplificaría a la
mitad nuestro déficit financiero. Otros hablan contra
el imperialismo yanki, y la mayoría de los salvadoreños,
incluso de los que protestan teóricamente en contra
de los Estados Unidos, emigrarían corriendo si
obtuvieran una Visa Americana de Trabajo.
Si una máquina hipotética existiera, donde un
salvadoreño entrara con su pasaporte y saliera
como americano, con pasaporte de los Estados
Unidos y hablando inglés, más del 90% de los
salvadoreños lo haría y hasta no les molestaría
cambiar el inglés, aunque se olvidaran del español.
En ese porcentaje se encuentra una gran cantidad
del voto duro de todos los partidos políticos.
No tenemos que levantar banderas de política
internacional que no nos corresponden. Ni siquiera
nos toman en cuenta. Paquito Flores, hizo que
el Salvador fuera el 2º o 3er país en declararle
la guerra a Irak. Pero en la reunión en las Azores,
con los presidentes de los países primeramente
beligerantes no se le tomó en cuenta. Se invitó
hasta Aznar de España; pero El Salvador, NO.
Nuestro presidente debió quedarse tal vez con
el smoking puesto, esperando la invitación y nada.
Insisto: No debemos intervenir con las naciones
que buscan la supremacía sino tan solo debemos
buscar nuestra supervivencia.
No tenemos que tenerle miedo a ningún país, ni
a su sistema… tenemos que tenerle miedo eso sí,
a nuestra cobardía y a nuestro servilismo.
En este 191 aniversario de la independencia de
España, en todos los medios se leen las mismas
biografías y anécdotas. Yo no quiero sumar unos
minutos más de lo mismo.
Por ello, unos comentarios finales:
¿Seremos capaces de profundizar la senda del
progreso o continuaremos con esa historia
generalmente desteñida? Tenemos que tener el
empuje de la juventud, ese ímpetu ciego, pero
poderoso. La juventud no discute sus fuerzas sino
las ejerce y hasta las supone; y no duda, si es
o no, capaz. Y al mismo tiempo con la serenidad
plena de hacer las cosas bien, a través de la
experiencia: capacidad de trabajo; capacidad
de lucha; posibilidad de éxito.
Sirva esta efemérides para renovar nuevos bríos
y viejas esperanzas para un mundo mejor; y para
un país –menos dependiente– que piense en
su pueblo y que sirva como punto de partida
donde todos los salvadoreños y salvadoreñas de
buena voluntad, nos dispongamos a luchar dentro
de nuestras diferencias e individualidades por
un futuro mejor para nuestra querida y adolorida
patria.