Las izquierdas de Iberoamérica, evaluadas como sector contestatario, estiman enemigos de la soberanía, el desarrollo y la justicia sólo a la oligarquía y al imperialismo. No asumen como estrategia válida dar una guerra en conjunto -de Patagonia a México- a ambos adversarios. Otro dato derivado de lo sostenido: están contaminadas de la balcanización, es decir, su batallar se restringe a las fronteras estatales. No asimilan la idea-fuerza, según la cual, nuestra América es una sola. La noción de Patria Grande está ausente en las concepciones de los líderes de los partidos que la constituyen. Ello pese a lo enseñado ayer por Manuel Ugarte y recientemente por Hugo Chávez.
El discurso de esas izquierdas del siglo XX siempre es "antioligárquico" y "antimperialista". Sin embargo, hay lapsos excepcionales. Se hacen proimperialistas -de modo grosero- durante la II Guerra Mundial. En aquel choque armado global -por adhesión a Moscú y a Washington- adhieren a los centros mundiales de poder. Acusan de "profascistas" a los pocos Estados que intentan conservarse neutrales y afanan por comercializar sus materias primas y alimentos a precio de mercado. Prohiben las huelgas en los yacimientos y plantaciones bajo tuición estadounidense y británica y, por cierto, también en los puertos. A cualquier sindicalista fiel a sus representados se le tilda de "pronazi".
Junto con aceptar -tácita o explicitamente- que cada república es una nación y que quienes se asocian a la pugna libertadora de otras "patrias" del área son combatientes "internacionalistas" esas izquierdas son incompetentes para la necesaria guerra cultural destinada a desenmascarar la patriotería, es decir, ese supuesto "nacionalismo" que es sólo folklore hecho más de desprecio al país fronterizo que de amor al propio. Incapaces de "despiojarse" hacen causa común con la clase alta compartiendo la visión del ayer y, por ende, esquivan revisar la historia. Ahora apoyan a sus respectivas cancillerías en los forcejeos con la república vecina por litigios limítrofes.
En Chile, en los 50, el Presidente Gabriel González promueve un corredor que permita desenclaustrar a Bolivia. Ipso facto, el PC lo acusa de "vendepatria". Esas izquierdas se oponen al ABC propuesto por Perón. Ahora mismo acuden a La Moneda -bajo Piñera y Bachelet- cerrando filas contra Perú y Bolivia. Jamás fomentan el revisionismo histórico. La visión del pasado para nuestras izquierdas es la misma que posee la clase dominante. No hay un esfuerzo por combatir ese adversario que se oculta en las sombras y atrinchera en la amnesia. Me refiero a la patriotería, es decir, al chauvinismo también denominado jingoismo que intoxica a millones.
Ese pseudonacionalismo de Patria Chica es el "enemigo sumergido". Jamás lo repudian las izquierdas. Así le dan luz verde a la oligarquía que logra, en dos siglos, de adoctrinamiento- internalizarlo en todos los estratos de la sociedad. No ocurre algo distinto en otros países. Vemos al APRA al iniciarse los 40 en posturas antiecuatorianas y siempre -igual que los "socialistas" mapochinos- justificando el armamentismo. Quizás por vocación electorera teman perder sufragios si sostienen la doctrina contraria a la patriotería. Ese es el riesgo asumido, en la I Guerra Mundial, por Jean Jaures, Carlos Liebknecht y Vladimir Lenin, al interior de la socialdemocracia europea.