Nadie concibe un sistema escolar distinto al existente. La imaginación pedagógica es nula. La rutina impera en las aulas. La trayectoria de nuestra educación es un túnel. La luz se ve sólo cada cierto tiempo cuando se efectúa una Reforma. Cada gobierno ensaya la propia. Después... otra vez la oscuridad. A lo anotado se añade la “copiomanía”, dicho de otro modo, el calco de teorías o de experiencias forasteras. La gerontocracia magisterial aludió a Dewey y a Kernchesteiner así como a Makarenco. Hoy se escucha citar a Piaget, Feuerstein y Delors. En el siglo XIX se remeda el modelo francés y alemán. En el XX el norteamericano y hubo quienes intentaron imponer el de la RDA con la ENU. Nuestra Reforma hoy moribunda es un mal plagio de la reforma española. Pese al fracaso del pantógrafo ya hay quienes ahora miran a Holanda, Finlandia e Irlanda Todo una pantomima para aplicar el lema del Gatopardo: "todo debe cambiar, para que siga igual".
No se repiensa el sistema. Según lo sostengo en mi obra “Nacionalidad y educación”, sólo se muda de gurúes e importan modelos de recambio. Requisito: provengan de Europa o EEUU. Hay resistencia a captar que lo educativo es un proceso neutro y no panacea. Su beneficio o perjuicio depende del norte que se le imponga. La “educacionitis” es drogadicción. Muchedumbres solo anhelan convertir al retoñó en "profesional”. Es fácil con las promociones automáticas, el "cuatrito" filantrópico y el crédito fiscal. Crece la cobertura mientras la calidad declina. En todo certamen internacional nuestros discípulos son "colistas". El presupuesto aumenta y aumenta. ¿Para qué? Recuerdo a Lampedusa y nuestra incompetencia para intentar una reingeniería. Solo imaginamos como posible este vetusto edificio escolar de tres pisos cuya única escalinata conduce a las UU convertidas hoy en prósperas fábricas de cesantes con diploma.
No se repiensa el sistema. Según lo sostengo en mi obra “Nacionalidad y educación”, sólo se muda de gurúes e importan modelos de recambio. Requisito: provengan de Europa o EEUU. Hay resistencia a captar que lo educativo es un proceso neutro y no panacea. Su beneficio o perjuicio depende del norte que se le imponga. La “educacionitis” es drogadicción. Muchedumbres solo anhelan convertir al retoñó en "profesional”. Es fácil con las promociones automáticas, el "cuatrito" filantrópico y el crédito fiscal. Crece la cobertura mientras la calidad declina. En todo certamen internacional nuestros discípulos son "colistas". El presupuesto aumenta y aumenta. ¿Para qué? Recuerdo a Lampedusa y nuestra incompetencia para intentar una reingeniería. Solo imaginamos como posible este vetusto edificio escolar de tres pisos cuya única escalinata conduce a las UU convertidas hoy en prósperas fábricas de cesantes con diploma.
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