Con frecuencia animadores de TV asumen posturas aparentemente vanguardistas también etiquetadas "postmodernas". Hay, de por medio, un asunto complejo: ¿hasta dónde, sin antagonistas, estos "rostros" pueden usar un medio de tan alta penetración educativa para imponer como cierto algo que para otros es patraña? ¿Cómo óptimo lo que para otro segmento de la población es abominable? ¿Cómo hermoso lo chabacano? ¿Cómo valioso aquello que -por ejemplo en la esfera ética-. es despreciable? ¿Cómo "progresistas" prácticas foráneas que deterioran nuestro ethos o afectan la estructura familiar? Ese tema adquiere singular relevancia tratándose del canal estatal porque lo financia el Fisco que representa a toda la ciudadanía. Alguien podrá manifestar que en la cátedra, el púlpito, la prensa, el hogar... ocurre lo mismo. No es así. Aunque sea a título de tono menor, en esas esferas existe la prerrogativa de la réplica. En TV tal posibilidad de discrepar es inexistente. La excepción -que no es tal- son los debates porque están programados... Se invita a la reflexión en torno a este totalitarismo mediático.
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