Marchan en peregrinación al Santuario de Lo Vásquez -ahora mismo y como cada año en esta fecha- un millón de devotos de María. Van a "hacer mandas" -es decir, formular peticiones- y a agradecer el "favor concedido". Llegan hasta la madre suprema el anciano, el "mocoso" y el lisiado; el caminante, el jinete y el ciclista. Se suspende el tránsito y la tromba humana avanza desde campos y ciudades al templo. Resulta extraño que sociólogos y antropólogos, psicólogos e historiadores anclados en archivos y aulas, en oficinas y gabinetes ignoren esta manifestación de fe popular. No somos "chupacirios" y tampoco "comefrailes", pero si observadores de fenómenos sociales como el señalado. En función de ello se cuestiona la postura atea derivada del materialismo histórico y del materialismo dialéctico. Obvio, también ese discurso laicista de raíz comtiana. Se revaloriza lo confesional como nutriente de nuestro nacionalismo que es irradiante y no estrechamente patriotero. ¡Como no considerar la honda profunda religiosidad mariana como sustrato psicocultural de la población! Anotemos, como añadido, a lo comentado los 400 mil que congrega la Virgen de La Tirana, los 300 mil de San Sebastián de Yumbel, los 300 mil a Santa Rosa de Pelequén... Innecesario aludir a la Vírgen de Guadalupe o a la Vírgen de Luján. Son apenas ejemplos. Ningún partido político, ni cantante de moda, ni club deportivo... es capaz de tan multitudinaria movilización. Imposible continuar posando de agnósticos y -a veces- disparando contra la Iglesia. Cabe si, repudiar -con energía- esa opinión de Marx y Engels en orden a que "la religión es el opio del pueblo".
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