lunes, 15 de febrero de 2010

RIVERO Y VILLA


Con motivo de la guerra de Malvinas se evoca a Antonio Rivero quien -mediante porfiada guerrilla- resiste en 1833 la invasión británica. Al liberarse en 1982, los tres archipiélagos del Atlántico austral, Puerto Stanley se rebautiza Puerto Rivero. El homenaje es fugaz, porque luego se oficializa el nombre Puerto Argentino. Hay una historia encubierta. El rescate del personaje supone abrirse paso en medio de la maleza de la colonización cultural. Este fenómeno contranacional implica autoestima disminuida o deformada, dicho de otro modo, un complejo de inferioridad. Ello implica ignorar protagonistas como el señalado o presentarlo de modo marginal como "ovejero malandra".

Situación similar ocurre con Francisco Villa. Nuestro catedrático de Historia de América en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional lo definía como "bandolero analfabeto". Ya en 1956 hubo quienes -desde la butaca estudiantil- expusimos opinión discrepante. Después supimos, era asesor de la Ford Fundation y titular del directorio del Instituto Chileno-Norteamericano de Cultura... Igual como se oculta, menosprecia o ignora al gaucho partisano, desde el pupitre, aquel académico vulneraba la memoria de un héroe de la Revolución Mexicana. Hubo, sin embargo, quienes rectificamos tal enfoque autodenigratorio. Estabamos -por intuición- en la guerra por nuestra identidad.

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