martes, 9 de noviembre de 2010

¡VIVA MEXICO!



El simple derrocamiento de un Presidente convertido en autócrata vitalicio -Porfirio Díaz- desencadena hace 100 años una transformación profunda en México. Es el 20 de noviembre de 1910. Factores diversos se combinan desatándose la tormenta que dura casi un decenio. Todo el país monta a caballo y la insurgencia es epidemia. La ola cubre el país y se imponen el hierro y la sangre. La bandera justificaba así sus colores. El campo, el verde. Los volcanes tachonados de nieve, el blanco. Los winchester y los pistolones, el rojo. El apetito de tierra de labriegos indigentes le da nombre: Revolución Agrarista. Se anticipa a la soviética y el país moderno -con sus cualidades y defectos- es producto de ese proceso. Quien vive allí, aunque retornado, continúa envuelto en el sarape, con el tequila en el alma, los murales de Rivera y Orozco en la retina. En ese mundo tan ibérico como indígena se comprende "Los de abajo" de Azuela y a Octavio Paz con "Laberinto de la soledad" y se comparte la rabia contenida por la usurpación de California, Texas, Arizona... Se admira a Zapata, Villa, Carranza... Los mariachis estimulan a cantar "La Adelita" y a bailar un corrido. Aquí hay apatía respecto al proceso iniciado en la fecha indicada. Esa actitud es producto del ombliguismo chilensis que cree que el mundo es "Chilito" con exclusión del entorno. Ante esa postura autosuficiente gritemos con entusiasmo dieciochero ¡Viva México!

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