No es chiste. Tampoco falsa alarma. Dos flagelos afectan al país. Uno es antiguo y silencioso como el cáncer germinal. Consiste en el inexorable avance del desierto. Ni que referirnos al extremo norte. Allá se extinguen hasta los oasis y los ríos son acequias con agua contaminada. En la IV Región la sequía hunde en la misería a la población rural. Si allá el arenal avanza en medio de la indolencia colectiva por el sur son los incendio forestales los que extirpan la vegetación. Lo acontecido en diversas comarcas -principalmente en la Patagonia- es luto. Nos pone en guardia ante visitas masivas de presuntos turistas.
No basta`prometer nuevas leyes de protección de nuestros ecosistemas en proceso de deterioro acelerado. Es toda la población la que debe ponerse de pie para contener la arena y el fuego que amenazan convertir en erial "la copia feliz del Edén". Suspendamos el "carrete" de moros y cristianos y hagamos realidad aquella consigna que, por un instante, formulara Sebastián Piñera "17 millones de árboles necesita Chile". En ese momento era uno por cada habitante. Reforestar es tarea patriótica ajena a discordias transitorias. Si la campaña no se emprende la patria, muere.
No hay comentarios:
Publicar un comentario