viernes, 15 de febrero de 2013

LEYENDA NEGRA: COMPLEJOS Y LIBERACION


500 millones de oriundos de nuestra America   padecen   de   baja           autoestima     respecto a Europa y Yanquilandia. Se sienten frustrados porque no         alcanzan el desarrollo       atribuido al I Mundo. Buscan las causas y las emprenden  contra  sus raíces. Ello cristaliza en el  complejo de inferioridad     que       cubre de México a la Patagonia. Se expresa en no querer ser lo que somos y en         negarnos a nosotros mismos. Los gurúes en economía, política o pedagogía son siempre del otro lado del Atlántico o, en su defecto, de EEUU. Lo nuestro no vale nada      salvo        que coseche aplauso en aquellas dos esferas que detentan el prestigio, el poder y el dinero.

Esa baja autoestima empuja a menospreciar lo propia y como correlato a  sobrevalorar lo ajeno. Lo  “ajeno”  es  lo      extracontinental. Son múltiples las manifestaciones de esa jubilosa o resignada sumisión. Va desde bautizar, con nombres exóticos, a los retoños  a  darle  mayor  espacio en las Universidades a  las   cátedras de Historia de Europa que a la del país, en deplorar que nuestras falencias derivan de la hispanización. Recuerdo a mi maestro de escuela “otro gallo nos cantaría si hubiésemos sido descubiertos y colonizados por Holanda, Alemania, Gran Bretaña, pero ¡tocarnos España!”. Aquello es la leyenda negra.

Se dispara sobre nuestros ancestros ibéricos. México se jacta de carecer de estatua que recuerde a Cortés, un alcalde erradica de la Plaza de Armas de Lima el monumento de Pizarro y en Chile –no es raro- se pintarrajee la escultura ecuestre de Valdivia. Vimos a Chávez suprimir como feriado el l2 de octubre y agraviado en las calles de Caracas un busto de Colón… Eso se acompaña de “indolatría”, es decir, la exaltación de lo aborigen en guerra contra el conquistador. Sin embargo, acrobáticamente, se pasa a la “indofobia”. El “indio” se juzga melancólico, perezoso  y  desaseado. Poco –o nada se alude al mestizaje. Hasta el término mestizo se estima poco elegante y hasta ofensivo.

Esta campaña contra nuestros antepasados a los cuales atribuimos las 7 plagas de Egipto desemboca en ese complejo de inferioridad que nutre el eurocentrismo. Esto se expresa  hasta en la cartografía… en el planisferio siempre el Nuevo Mundo aparecerá periférico y separado  de nuestros vecinos Australia, China, Japón… porque el océano es carretera líquida y no murallón inaccesible. Las 20 repúblicas en que se fragmentara la Patria Común compensan esa tara psíquica cultivando complejos de superioridad respecto al país vecino. Lo he visto e El Salvador respecto a Honduras, en Costa Rica en relación a Nicaragua, en Dominicana con Haití… Por cierto, en Chile con Bolivia.

Obvio que ese complejo de superioridad legitima el armamentismo y el de inferioridad invita al imitacionismo y a favorecer las inversiones foráneas que sabemos si no se controlan derivan en voraz imperialismo. Si hasta en nuestra diplomacia ser designado embajador o agregado cultural    en algún país centroamericano o caribeño es evaluado como    castigo     porque lo que da “caché” es representar a Chile en París, Londres o Bonn, pero en Managua o La Paz es algo “ordinario”. Amén de lo anotado, en el ingreso a las Escuelas Matrices de las FFAA y a ese  servicio exterior se esquiva a los morenoides y se da preferencia a quienes ostentan apellidos como “Van Klaveren” o “Mac Intayre”.

En la semilla de    esta   “crisis   de     identidad” está la Independencia y su parafernalia publicitaria que apuntala el afán de ruptura con Madrid. Para legitimarla los “patriotas” –la inmensa mayoría- nietos o hijos       de  españoles se proclaman continuadores de la guerra que, contra los peninsulares, efectúan pueblos       amerindios  como el mapuche. Recúerdese que los discípulos de Francisco de Miranda juran lealtad a la Logia Lautaro sobre un tomo de “La Araucana” que, -¡oh, paradoja!- ha sido escrito por Alonso de Ercilla, un militar españolísimo. Sin superar la leyenda negra, es decir, ese doble complejo –inferioridad y superioridad- resulta imposible abrir cauce al torrente de la genuina liberación.

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