Hoy, en Chile, se cifran abultadas esperanzas en que, una Asamblea Constituyente, elabore una nueva Carta. Se cuestiona la de 1980 que redacta comisión designada por el general Pinochet. Sin embargo, ese texto ha sido, varias veces, modificado. Hay objeciones en sumarse a ese movimiento. Peca de una dolencia muy hispanoamericana: el "fetichismo jurídico". Eso significa creer, a pie juntilla, que la promulgación de una nueva Constitución supone que, a la mañana siguiente, el sol se asoma cuadrado. Es decir, se atribuyen poderes mágicos a lo anotado en el documento.
El Congreso Nacional como ya ha ocurrido puede modificar la Carta hoy vigente. Por otro lado, ¿cómo se evita que esa Asamblea Constituyente no esté controlada por los partidos políticos? Difícil imaginar una fórmula que impida a dichas herméticas oligarquías que manejan el P. Legislativo y la Presidencia, municipios, sindicatos y gremios, no controlen la Constituyente de cuyo vientre, según quienes preconizan la propuesta, saldría un Chile purificado. La misma "partidocracia" sepulta tal quimera. Por otro lado, como se manifestó, el "fetichismo jurídico" incuba otra frustración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario