El patrioterismo y la amnesia son dos epidemias en nuestra América. El chauvinismo y el olvido integran el paisaje. Los límites son la obsesión de millones. El lubricante es el odio o la desconfianza al pueblo vecino. Fronteras y aduanas, banderas y signos monetarios, himnos y textos escolares, prensa y TV convierten en "industria" las rivalidades. Se advierten en los match de fútbol, en los festivales y hasta en los chistes con que se "mueren de la risa" miles de espectadores. En Centroamérica han habido guerras (Panamá versus Costa Rica o El Salvador versus Honduras). Bélice no logra ser rescatado por el litigio entre Guatemala y México.
Esa patología es también de hoy. En Nicaragua estalla querella en su frontera sur con Costa Rica por área del río San Juan. Ahora Managua fortalece su Marina de Guerra por litigio con Colombia. Ello en virtud del fallo de La Haya por superficie oceánica e islas en el Caribe. Eso en la patria de Sandino, el país sólo superado en pobreza por Haití. La locura, por cierto, es colectiva. ¿Ya olvidamos que Chile y Argentina estuvieron al borde de un choque armado del cual nos saca la mediación vaticana? El revanchismo peruano y el triunfalismo chileno -cara y sello de la patriotería- está presente por la Guerra del Pacífico. Bolivia, por otro lado, exige mar.
Esta situación de la que no escapa la Venezuela chavista con conflictos limítrofes con Colombia y Guyana implica gasto militar exorbitante. Chile es paradigmático, pues en los dos últimos gobiernos de la Concertación los "socialistas" Lagos y Bachelet hacen cuantiosas adquisiciones en pertrechos bélicos. Piñera no lo ha hecho nada de mal. Se anota "es una política de Estado dotar a nuestras FFAA de armamento disuasivo". Peor aun se recurre a una fórmula de fines del XIX que es "la paz armada" y se recita el lema romano "si quieres la paz, prepárate para la guerra". El antídoto, reformular los enfoques geopolíticos y dar guerra a la patriotería.
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