Indagaré en mi pasaporte si fue en 1971 o 1972. En
La Moneda está Allende. Convenio Cubana de Aviación y LAN Chile. Vuelo
inaugural y unos veintitantos catedráticos de la Universidad Nacional de Chile
invitados. Arribo a Rancho Boyeros. Traslado al Hotel “Habana Libre”. El
Instituto de Amistad de los Pueblos ICAP es el anfitrión. Por “el correo de los
brujos” se sabe: es una dependencia del Servicio de Seguridad adscrita al
Ministerio del Interior MININT. Los tours son a la soviética, es decir,
envasados con rígidos programas y autobuses cuyos desplazamientos cubren de la
madrugada a la media noche. Las habitaciones son cada día prolijamente
registradas. En cada piso una chivata –“soplona”- controla nuestros pasos. Hay
prohibición de invitar extraños. La policía secreta, omnipresente. La población
temerosa.
Un día almorzamos con el
embajador de Chile, Juan Enrique Vega. Hasta hoy posee figuración pública.
Incluso creo estuvo acreditado en Belgrado durante aquella guerra que genera la
desintegración de Yugoslavia. Se sirven
suculentas viandas. El dicho diplomático anhelando posar como más castrista que
Castro irrumpe contemplando un plato “¿qué les parece esta maravilla? Y nos quieren convencer que aquí hay desabastecimiento”. El funcionario del ICAP que comparte la mesa, con desplante, sin preámbulos, lo rebate
manifestando: “Se equivoca, embajador, esto es privilegio de los invitados.
Nuestro pueblo está sujeto a amargas restricciones por el bloqueo”. Sin
duda, una inolvidable lección de ética patriótica que –por un instante-
convierte en mequetrefe al representante del Chile allendista
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