La mística no se come. Tampoco genera ingresos. Es
dificil definirla. Sin embargo, sabemos que ese curioso “no se qué” da prestancia y eficiencia a
toda faena. Sin ella –y eso lo saben quienes lideran “la roja”- aparece el
desgano y el “arratonamiento”. Inyectarla es tarea del líder. Sostenerla, en
todo momento y lugar, un desafío. Pueblos enteros la poseen o pierden. La
cultivan las instituciones con raíces y con afán de perdurar.
Hay situaciones que estropean la mística. Imagino,
por ejemplo, como se sentirán los integrantes de la PDI con los indultos decretados por La Moneda a
narcotraficantes y carabineros dado de baja por "apremios ilegítimos". Entonces en sustitución
de ese “no se qué” que lo es todo surge el cinismo. En los partidos políticos ya no hay apóstoles, sino gerentes y la ideología es puro barniz. Lo cínico
se llama “pragmatismo” y se juzga actitud normal.
En la docencia la mística es esencial. Se manifiesta
en el fervor por estimular el aprendizaje.
En asumirse como educador ejerciendo un liderazgo sui generis. Sin ella
la tarea de enseñar se torna castrada de eficacia y de encanto. Como se está
extinguiendo la desmotivación magisterial es epidemia. Públicas
desautorizaciones y atropellos a su investidura convierten a los docentes
en monigotes. Con ese material humano no hay reforma posible.
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