Se estima que la crítica es indispensable para
asegurar éxito a cualquier experimento renovador. Desde luego se rechazan esas
"retractaciones" impuestas, por ejemplo, por la Santa Inquisición o
la GPU. Ese es otro naipe en que se suplanta el debate por la represalia. Lo
otro es la libertad de exponer al interior de un proceso
revolucionario posiciones rectificatorias o discrepantes. ¿Habremos de entender
alguna vez que disidencia no es afán de quiebre y menos manipulación del
enemigo? La URSS jamás escucha a quienes, siendo filobolcheviques o compañeros
de ruta, osan objetar aspectos de la conducción de Lenín o de
Stalín. Se habrían ahorrado millones de difuntos y luego el derrumbe
del Soviet si se posee elasticidad, pero se confunde disciplina con
ciego acatamiento cubriéndose de ignominia a quienes cuestionan la
conducción o señalan errores.
El asunto es complejo. Los
ensayos revolucionarios son víctimas del acoso externo.
Ello genera al interior del país una atmósfera de fortaleza asediada
adquiriendo macabra logicidad la "cacería de brujas" que tan
magistralmente retrata Arthur Muller. La seguridad -se argumenta-
exige disciplina. Sin embargo, la convierten en uniformización y, por
ende, se impone la unanimidad. Entonces ¡ay! de quien critique al
jefe del "aparato" o a los caciques intermedios y
básicos. Se le visualiza como leproso. En el mejor de los
casos: silenciamiento. No es raro se le arrastre al paredón o
fallezca "en circunstancias que investiga la policía". Es cierto que
no hay procesos revolucionarios perfectos, pero también es efectivo, todos son
perfectibles. Ello exige algo que la burguesía gobernante crea y se
convierte en componente de la civilización: la necesaria democracia. La
revolución -creo- es compatible con esa saludable cuota de libertad.
No son conceptos simpáticos eso de
"democracia" y "libertad" para los bloque nacional y
popular. Mas nos seduce la "soberanía", es decir, sacudirnos de
la dependencia externa. Por cierto, también la "justicia social",
pero aquellos conceptos con que inicio este párrafo se estiman banderolas
del hipócrita progresismo. Suelen encubrir el vasallaje y el afán por torpedear
a regimenes que bregan por sacudirse del imperialismo y de la explotación de
minorías coludidas con el capital foráneo. No obstante, así como
finalmente se le arrebata la bandera patria a la oligarquía y hoy se ostenta
orgullosa en las manifestaciones populares pareciera que se debe rescatar como
algo propio eso de la "democracia" y la "libertad".¡Ojo! y
no sólo cuando se está en la oposición, en las mazmorras o el exilio. Con
mayor razón son necesarias cuando por insurrección o por sufragio se
ejerce el poder. Así se evitan torpezas, se curan lesiones y se evita el
desplome.
Los chilenos con más de medio siglo quedamos muy marcados
con la Presidencia de Allende. Se inaugura en 1970, pero ya a
mediados de 1972 se comienza a notar una atmósfera de polarización aguda. No
sólo eso, sino también un proceso de sectarización al interior de la Unidad
Popular. Se registran actitudes voluntaristas expresada en odioso
autoritarismo. Se evitan los debates internos argumentando que son
debilitantes. Quienes insisten en indicar que se marcha hacia un barranco son
acallados. Primero se estima que quienes así opinan "no comprenden".
Si estos "obstusos" insisten se les denuncia como
"reformistas" o "amarillos". Si porfiadamente continúan con
sus enfoques críticos se le lapida con la frase "infiltrados".
Los resultados son dolorosos. Al final el régimen se derrumba: Pinochet y
su entourage estiman que la resistencia del allendismo durará seis días.
Se equivocan, en sólo seis horas el país es controlado, por
eso sorprende el actual panorama hondureño..
Los "infalibles" -denominados "mandos
medios"- escudados en el dogma desechan las observaciones críticas.
Apenas estalla el cuartelazo toman las de Villadiego. Dejan al pueblo
allendista a merced de los uniformados que, manipulados por la clase dominante,
ejecutan la represión de todos conocida. Vuelvo a la semilla de este
comentario: es indispensable poner punto final a la doctrina staliniana de
lo "monolítico" y a tachar de "fracciones" las que son
"tendencias". Se debe, en el contexto de quienes anhelan
modificar la vida de nuestras repúblicas, imponer una cultura
democrática que suponga respeto a la opinión de la minoría y establecer
mecanismos electorales para renovar cuadros directivos. Hay que distinguir
entre los que son "ataques" de la plutocracia despojada de sus
privilegios o del imperio que no acepta se le prive de hegemonía y
las "críticas" de quienes adhieren al proceso. Lo otro es la
guillotina decapitadora, sin distingos, de "tirios y
troyanos" ,
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