En cada república de nuestra América se cultiva el desprecio a la colectividad vecina. La clase alta inyecta ese odio.
En esa maligna tarea lo acompañan los imperialismos porque les conviene mantenernos divididos.
La fragmentación de Iberoamérica es un negocio. Negocio redondo que permite que 20 Estados sean satélites que producen materias primas y alimentos y jamás se desarrollen y alcancen soberanía.
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