Es una identidad que está por encima y
por debajo de los límites interestatales. Abarca lo sustantivo del Incario que
después es el corazón del Virreinato del Perú. Eso explica, por ejemplo, en
Chile el éxito de Los Jaivas y del Inti Illimani.
La política de Los Huasos Quincheros,
durante el pinochetato, apunta a reducir lo criollo a lo colchagüino. La misma
cueca está aquí y en los tres países vecinos. No sólo la música y la danza son escenario
de riña. También abarca lo
comestible y lo "bebestible".
Se deplora entonces la protesta de La
Paz por el charango, aunque no se puede ignorar que Evo se luce al
obsequiarlo a nuestra Presidenta. Hay litigios con Bolivia por la Diablada y
con Perú por el pisco y ahora por la papa. La paradoja reside en que
lo controvertido, en lo esencial, empuja a la integración.
Los contrincantes –intoxicados de patriotería-
no visualizan que nuestras patrias poseen como sello común lo mestizo
indoibérico. El charango, la papa, la empanada, el poroto, el pisco son algunos
de innumerables elementos que constituyen la megaidentidad andina.
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