Los
45 uniformados que la nevazón entrampa en los faldeos del volcán Antuco originan
comparaciones con otras experiencias montañistas siempre difíciles y,
frecuentemente, amargas. Leo referencias atinentes a las penurias de Aníbal cruzando
los Alpes, para alcanzar Italia y la aventura de Bonaparte en el Gran San
Bernardo. También, otra aun más exótica, la tragedia que afecta –al comenzar el
siglo XX- a un pelotón de soldados del Imperio del Sol Naciente.
Nuestro héroe Diego de Almagro |
Sin
embargo, nadie alude a la epopeya andina vivida por Diego de Almagro y su
mesnada. La travesía transcordillerana se inicia al finalizar enero de 1536. El
paso de San Francisco le permite al adelantado -con su tropa y auxiliares-
alcanzar el valle de Copiapó. Pese a la insuficiencia de víveres, las escasas
prendas de abrigo, por sobre picachos de 4 mil metros de altitud, con fríos polares,
ventiscas, costras de hielo, privada de leña, la diezmada hueste logra superar
el colosal obstáculo.
Narran
los cronistas, por ejemplo, que en una sola noche de campamento mueren 70
expedicionarios y es sabido que varios pierden, por congelamiento, dedos de las
extremidades. El egregio Descubridor repite la hazaña -aun en condiciones
peores- en agosto del mismo año... No es negativo referirse a peripecias de
montaña acaecidas en otras latitudes. Sin embargo, es miopía omitir proeza como
la comentada que está en la aurora de nuestra Historia.
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