miércoles, 4 de marzo de 2015

GEOPOLITICA O ARQUEOLOGIA


Cada república de nuestra América posee su geopolítica. La conservan y cultivan las cúpulas de las respectivas FFAA. Se enseña en las Escuelas Matrices. En función de sus fundamentos las academias castrenses efectúan "juegos de guerra" y barajan "hipótesis de conflicto". Obvio. tienden redes de espionaje y contraespionaje. Es lo usual y escandaliarse por una denuncia de este tipo o desmentirla es parte del show.

Como caja de resonancia operan -en el faldeo de la pirámide- tenientes, sargentos y cabos. Fuera del cuartel están, cual ventrílocuos, los periodistas y los docentes. Los combustibles son el odio, el desprecio o el recelo al país fronterizo. A sus habitante se le visualiza como inferiores. Son potencialmente los enemigo de ayer, de hoy, de mañana y de siempre. Así se calca la polemológica del siglo XIX europeo.

Esa postiza geopolítica legitima los chauvinismos. Su complemento son la maratón armamentista que no sólo empobrece a cada país, sino también envuelve turbios negocios. En tales negocios la clase política envuelve a los altos jefes castrenses. Los artefactos bélicos de tierra, aire y mar exigen personal ad hoc y, por ende, becas a Europa y EEUU y dependencia en cuanto a repuestos. A pocos años los artefactos son chatarra.

Esta arcaica geopolítica se impone después de la Independencia. La concepción de Patria Grande que impulsaron los libertadores muy pronto cae echa añicos. La erosionan los Santander, los Páez, los Flores, los Castilla o los Portales. Tempranamente -apenas en 1835- Santiago se empeña en destruir la Confederación Perú-Boliviana. Lo logra en Yungay. Fragmentadores peruanos y bolivianos premian a los invasores. 

 La victoria de los atomizadores sobre los unificadores es completa. "No dejan títere con cabeza". Las oligarquías locales, a tres bandas, los endiosan convirtiéndolos en fetiches de bronce o mármol. A los libertadores les recortan el pedestal y ocultan sus postulados de integración. Se califica de "sueño" el proyecto bolivariano y las Facultades de Derecho enseñan: "el Estado es la nación políticamente organizada".

El afán desmenuzador ahora es aun más frenético. Está en alianza con los indigenismos de moda. Se escucha de un panmapuchismo que abarcaría comarcas chilenoargentinas. Por fortuna se extingue la quimera maya del subcomandante Marcos. Sin embargo, se intenta el renacer  de la "nación aymará". Se refundaría el Collasuyo. Con ello se superaría el encierro centenario de Bolivia.


Se trata de una geopolítica de museo aun más dañiña que la tradicional bosquejada. Igual derecho a la autodeterminación podrán exigir de otras etnias aborígenes. Por ejemplo,  los quechuas buscarán su abrevadero en el Cuzco.   Exigirán  ser reconocidos como "nacionalidad" los guaranies que, obvio, encontrarán oxígeno en Asunción. Será una geopolítica de arqueólogos con negativos efectos. Lo ya dividido se subdividiría.

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