Presidente José Manuel Balmaceda |
Durante el primer semestre de 1891 el país posee dos gobiernos, dos capitales -Santiago e Iquique-, dos FFAA, dos diplomacias. Al finalizar agosto vendrá el desenlace. La historia oficial explica el conflicto como el enfrentamiento entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo. Es eso y mucho más. Choca una oligarquía sostenida por el Reino Unido que promueve el libre cambio y Balmaceda que opta por el desarrollo industrial y el proteccionismo. En agosto se resuelve el forcejeo.
Pese a que apenas ha transcurrido menos de un decenio de finalizada la Guerra del Pacífico Perú y Bolivia permanecen neutrales. Pese a la querella por la Patagonia tampoco interviene Argentina. La reyerta no la aprovechan las repúblicas fronterizas. La victoria de la fuerzas adversas al balmacedismo es contundente. El Ejército es derrotado y disuelto. No habrá "perdón ni olvido" y la choque implica crueldades inauditas.
La Armada insurrecta capitaneada por Jorge Montt transporta desde Tarapacá una milicia que cosecha la victoria. 10 mil cadáveres cubren el borde costero de la V Región. Promedio de edad de los caídos: 20 años. La cifra asombra. El país apenas sobrepasa los 2 millones de habitantes. La Guerra del Pacífico, en seis años, contabiliza menos bajas. El 21 y 28 de agosto de 1891 son las batallas de Concón y Placilla.
Esta tropa improvisada aniquila al Ejército, según proclaman los chauvinistas locales, “siempre vencedor, jamás vencido”. Ambas refriegas son brutales. Rendidos y heridos, en el acto, son asesinados. Los centros hospitalarios se atiborran. La atmósfera –en todo el país- se impregna de pólvora. El odio, el rencor y el miedo tornan sombríos los rostros. Domicilios de los derrotados son objeto de allanamientos y pillajes.
La administración publica es “depurada” de quienes no están adscritos a la bandera contrarrevolucionaria. La Casa de Bello intervenida y privados de la cátedra los sospechosos de simpatía con el mandatario depuesto. Las cárceles se repletan. En Santiago las misiones diplomáticas asilan a personeros del régimen. Otros se refugian en buques extranjeros o huyen por los boquetes cordilleranos.
Los triunfadores son asesorados por mercenarios alemanes como Emilio Korner y financistas británicos –entre otros- John North. El proyecto balmacedista –salitre nacionalizado, fomento industrial y banca estatizada- queda en el ayer. Aunque amparado por la Legación de Argentina, Balmaceda se suicida. El eco de aquel disparo –a poco más de un siglo- aun retumba en el alma de la chilenidad. Es el 19 de septiembre de 1891.
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Nota de prensa publicada por el diario "La Razón" de Lima
Ver https://www.youtube.com/watch?v=ZZO-6FSIBq8
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