lunes, 5 de octubre de 2009

EDUCADORES ILUSTRES



MANUEL DE SALAS (1754-1841) figura relevante de nuestra cultura. Al finalizar el siglo XVIII, aun en la Colonia, cuando nada hacía suponer la emancipación, enjuicia a la Real Universidad de San Felipe por impartir una educación en lo sustantivo intelectualista y en lo formal, libresca. En reemplazo de juristas y teólogos que prepara esa Casa de Estudio –alegaba- el país requiere emprendedores y tecnólogos. Pasa de lo dicho a lo hecho y funda la Real Academia de San Luis destinada a preparar mundos medios para la minería, la manufactura, la ganadería, la agricultura, el comercio. Su lema “no a las ciencias de ornato, si a las ciencias útiles”.

SIMON RODRIGUEZ (1771-1854) se le suele conocer sólo como el maestro de Bolívar. No obstante es eso y muchísimo más. Venezolano igual que Bello vive en Chile poco después de consolidada la Independencia. Funda planteles experimentales en Concepción, Valparaíso y Santiago. Promueve –en la teoría y en la práctica- una estructura escolar que nazca de nuestras necesidades y no sea calco de las que funcionan en Europa. Apunta a profesionalizar –educación para el trabajo productor- y a la nacionalización –educación acentuadora de la identidad patria- . Encuentra resistencia a su doctrina. Sin la protección de Sucre fallece en el ostracismo.

ANDRES BELLO (1781-1865) es venezolano perito en derecho, letras y filología. Redacta el Código Civil y la Gramática. Funda la Universidad de Chile y es su primer rector. Bosqueja la misión de esa Casa de Estudio en su célebre Discurso de Instalación. Promoverá investigar lo criollo como la única estrategia que nutre la ciencia mundial. Defenderá el principio de unidad del castellano concebido como lengua común de las repúblicas de raíz hispánica. Insiste en una educación superior destinada a preparar una nueva elite dirigente, porque advierte que aquella será una pirámide invertida si no se capacita, de modo simultáneo, a quienes impulsan el desarrollo.

DOMINGO F. SARMIENTO (1811-1888) argentino notable y de alto influjo en nuestra educación. Vive en Chile como refugiado político. Es autor –entre otras obras- de “Facundo”. Su inquietud pedagógica lo empuja a fundar la primera Escuela Normal de Suramérica. Está destinada a la preparación de docentes básico cuya misión es “educar al soberano”, es decir, a la masa ciudadana. En esa línea lo inquietan los métodos de la lectoescritura y publica un silabario. También es autor de un informe sobre experiencias escolares que visualiza en el Viejo Mundo. Alcanzará el rango de Presidente de la República en Argentina.

MIGUEL LUIS AMUNATEGUI (1828-1888) es un hombre público interesado como pocos en la enseñanza. Ya en 1847, confirmando que de cada 100 chilenos 86 son analfabetos, contribuye a fundar la Sociedad de Instrucción Primaria. Vigoriza el Estado docente derogando la ley de abolición del control fiscal de los exámenes sobre planteles privados propiciado por Abdón Cifuentes. En 1877 consigue la incorporación de la mujer a la Universidad. Es autor, en 1879, de la ley que garantiza la gratuidad de la educación. Autor –entre otras obras- de “La instrucción primaria en Chile”.


VALENTIN LETELIER (1852-1919) es figura descollante de la pedagogía chilena. Vive a horcajadas entre dos siglos. Se destaca en la vida cívica como ideólogo político. Se desempeña como catedrático de Derecho y alcanza el sitial de rector de la Universidad de Chile. Su obra magna es “Filosofía de la Educación”. Es inactivo promotor del Estado docente, es decir, asigna a la república la facultad de atender de modo preferencial los planteles fiscales que asocien –sin distinción de clases- a los infantes, adolescentes y jóvenes. Ello asegurando la gratuidad. Influye sobre el Presidente Balmaceda y con el apoyo del ministro Julio Bañados Espinoza funda el Instituto Pedagógico.


TANCREDO PINOCHET LE-BRUN (1879-1957) integra la Generación del Centenario. Se titula en el Instituto Pedagógico. Ejerce la docencia en variados escenarios del país y del exterior. Es precursor de la educación a distancia. Se empeña en impartir docencia tecnológica. Eso lo lleva a la rectoría de la Escuela de Artes y Oficios. Su experiencia en ese plantel la narra en “Un año empleado público” . Su obra más notable es “La conquista de Chile en el siglo XX”. Enjuicia el latifundismo “Inquilino en el fundo de S.E.”. Sus teorías pedagógicas están dispersas en una exuberante obra impresa. Sin duda, un criollo no suficientemente valorado.


FRANCISCO ANTONIO ENCINA (1974-1965) es otro miembro de la Generación del Centenario. Se le ubica sólo como historiador, sin embargo, también es sociólogo, economista y teórico de la educación. Denuncia el imperialismo en “Nuestra inferioridad económica”. Allí ya se vislumbran sus críticas a la estructura escolar por ser ajena a las necesidades del país. Interviene en la polémica de 1912 torneo en que dialoga con Enrique Molina y Luis Galdames. De allí brota su obra “El liceo y la educación económica”. Se le ignora en las Facultades de Educación donde abundan los catedráticos snob.

CLAUDIO MATTE (1858-1956) es un chileno que, aunque hombre de fortuna, su pasión es la educación de los desvalidos. Es uno de los impulsores de la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria. Con su propio peculio funda la red de Escuelas Matte. Presidirá la Sociedad de Instrucción Primaria. Del exterior trae la iniciativa de incentivar las manualidades y la gimnástica. Lo inquieta –como a Sarmiento- la didáctica de la lectoescritura. Suyo es uno de los más potentes instrumentos civilizadores: el Silabario Matte.

DARIO SALAS (1881-1941) está ligado a la Generación del Centenario. Como diputado, desde la Cámara, se la juega por la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria. Viaja a EEUU alcanzando el grado de Dr. en Ciencias de la Educación. Se desempeña como asesor del MINEDUC y es catedrático del Instituto Pedagógico. Publica la obra “El problema nacional” en que analiza el flagelo del analfabetismo. Sostiene que la masa de iletrados imposibilita el funcionamiento de la democracia, pues para elegir y ser elegido se requier saber leer y escribir.

PEDRO AGUIRRE CERDA (1879-1941) es un teórico de la educación y un formidable realizador en tal ámbito. Su figura de Presidente de la República opaca esa faceta. Se gradúa de profesor en el Instituto Pedagógico y trabaja en Liceo “M. Barros Borgoña”. Su tesis en Derecho versa sobre la educación pública. Capítulos importantes en sus textos “El problema agrario” y “El problema industrial” se refieren a la docencia tecnológica. Funda la Facultad de Economía en la Universidad de Chile. Como jefe del Estado da impulso a la enseñanza fiscal. El lema suyo es la frase de Letelier: “Gobernar es educar”.

ROBERTO MUNIZAGA AGUIRRE (1905-1999) se titula de Profesor de Estado y su magisterio lo ejerce en la Escuela Normal “J. Abelardo Núñez” y en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Se le confiere el Premio Nacional de Educación en 1979. Es autor de obras como “Principios de la Educación”, “Filosofía de la Educación Secundaria”, “En torno a Sarmiento” y “Augusto Comte”. Se proclama continuador de las tesis de Valentín Letelier. Su deceso enluta a centenas de exalumnos.

P. ALBERTO HURTADO, SJ (1901-1952) se le visualiza como sacerdote de la Compañía de Jesús y fundador del Hogar de Cristo. Hoy está canonizado. Estos datos son insuficientes, pues es eximio profesor de Religión del Colegio San Ignacio e imparte cursos en la Acción Sindical Chilena ASICH. Su inquietud por lo educativo lo empuja a la Universidad de Lovaina donde se gradúa de Dr. en Ciencias de la Educación. Publica varios textos sobre asuntos pedagógicos y su huella como docente es perdurable.


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