Son frecuentes los atropellos a los enfoques éticos del Episcopado. Se registran mofas a la confesión y a la Virgen María. Ahora, con motivo de la pedofilia de ciertos sacerdotes, arrecian los ataques a la Iglesia. Esos cuestionamientos y estos ataques aglutinan a quienes se pavonean de “avanzados” y de “modernos” y que ahora usan la etiqueta de "progresistas". De allí que se les conozca como "progres". Favorecen el divorcio, el aborto, el matrimonio gay, la píldora del día después , al suprimir la censura dieron luz verde a la pornografía, simpatizan con la eutanasia y hasta toleran las “drogas blandas”. Las emprenden también contra el celibato eclesiástico. Ello para citar algunas de las varios temas importados de Europa y de EEUU que son propios del “destape” expresión del relativismo moral. Todos apuntan a acentuar nuestra crisis de identidad. Están en la denominada “agenda valórica” de diversos grupos de poder y de opinión. Hacen alboroto los "talleres" de Género y los comité de "minorías sexuales". Ciertos parlamentarios enarbolan estas "banderas" para lograr notoriedad. En todos -sin excepción- brilla por su ausencia la “gratitud” porque no pocos de tales vociferantes son amparados por la Iglesia desde el mismo 11.09.73 y durante 17 años de régimen militar. Ahora la ofenden. Menos recuerdan que el Vaticano -específicamente- Juan Pablo II evita el fratricidio chilenoargentino por la querella del Beagle... Es el “pago de Chile”.
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