Se atribuye a Nietzsche la
frase "La memoria exhorta a recordar y el orgullo a olvidar”. La cito a propósito de la agresión que Chile -por insistencia de Diego Portales, con el apoyo del Presidente José J. Prieto- hace a la Confederación
Perú-Boliviana (1835-1839). Ya tropas chilenas están en suelo peruano 40 años antes de
conflagración del salitre (1879-1883). Se estiman
"restauradoras". Marchan a liberar al Perú del yugo
imperialista de Andrés Santa Cruz.
Un bloque integrado en el
norte -según los geoestrategas de Santiago- es un peligro. Los negocios de
Valparaíso se dañarán con la prosperidad de Callao. Fundar
una talasocracia mapochina se imposibilita con ese experimento
confederativo exitoso que dispone de simpatizantes en el mismo Chile y en
Ecuador. El proyecto crucista se exhibe entonces como la megalomanía de un
caudillo cuyo propósito es reconstruir el Incanato.
La elite blanca que ayer y hoy
gobierna Chile sostiene que Palacio Quemado impulsa un imperialismo con nostalgia del Tahuantinsuyo. Los blancos, blancones
y blanquistas de Lima -esos "caballeros de fina estampa"- sostienen
que Santa Cruz representa la "indiada bárbara" y el líder es "un
guanaco jetón" que anhela imitar a Alejandro Magno. Piden apoyo a Santiago. Entonces viene lo que Perú anhela olvidar por orgullo.
Evóquese el apotegma de Nietzsche.
Lo que no se quiere recordar en Lima
y se omite en enciclopedias y textos, en pláticas y conferencias es la alianza
de las oligarquías blancoides y sus acólitos mestizos de Perù con su homónima chilensis. Los
anticrucistas encuentran refugio en Santiago. Pareciera que a la viuda de Salaverry se
le asigna pensión fiscal. Tengo la hipótesis que la familia de ese apellido con
vigencia hoy
en mi país deriva de la progenie del malogrado militar.
Ramón Castilla organiza en Chile el Regimiento Coraceros y comparte con Bulnes la victoria de Yungay. Un detalle: el tricolor mapochino en empuñadura de su sable, |
No sólo hay filantropía, sino
también política y guerra. Entre otros, Agustín Gamarra y Ramón Castilla son acogidos aquí.
Organizan un cuerpo armado. Es el "síndrome del general Iglesias" anticipado
en cuatro decenios. En los prolegómenos de la guerra el Ejército Expedicionario
se insurrecciona. El regimiento peruano que lo integra huye de Quillota. Advierte que, si triunfan los adversarios de Portales, se queda "sin piso".
Tal deserción contribuye a anular el
pronunciamiento. La guerra cristaliza. La flota chilena desembarca tropas en
Perú. Son dos expediciones. La primera fracasa. La segunda es exitosa. Culmina
en la batalla de Yungay el 20.01.1839. El esfuerzo integrador es así demolido. En el Estado Mayor que encabeza Manuel Bulnes figuran
conspicuos peruanos -entre varios- Ramón Castilla. Eso no se menciona. Otra vez... el orgullo genera amnesia.
Aquí también el orgullo adormece
a la memoria. Eso permite a la clase dominante entregar versión impoluta del
ayer. La Historia Oficial es un Corán impecable que no tolera,
sino una mirada. Los "evangelios apócrifos" son incinerados.
No obstante, la memoria se niega a morir. Contémplese a Argentina que "re-visa"
la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) que desata contra el Paraguay en concomitancia con Brasil y Uruguay ¡Vaya ejemplo aleccionador!
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