¿Descubrimiento, encuentro o fusión? Grabado del siglo XVII |
Ello porque quienes enseñan a infantes, adolescentes y jóvenes están nutridos no sólo de los dogmas fragmentadores, sino también de la convicción que la historia comienza al vincularnos con el Viejo Mundo. No obstante –y he aquí otra manifestación de la desubicación- se ignora la protohistoria ibérica. La explicación está en que las oligarquías lugareñas repudian tanto el ayer indígena como los ancestros peninsulares. Aunque legitiman la ruptura con Madrid identificándose con Cuactemoc, Atahualpa o Lautaro sabemos, de su doble juego, pues usurpan el terruño ancestral a los aborígenes.
Finalizan –se sabe– en el calco de lo exótico. Eurocentrismo, indolatria y patriotería constituyen la hipotenusa y los catetos del triángulo. Es como el de las Bermudas donde son infinitos los naufragios uno de ellos es el de nuestra identidad. Se ignora la admonición de Bolívar: “no somos indios ni europeos, sino un pequeño género humano mixto...". Sosteniéndolo están Martí, Sandino, Gabriela Mistral, Darcy Ribeiro, Antenor Orrego y Ramos. Estos exaltan el mestizaje y afirman que nuestra América es una nacionalidad desmembrada y las repúblicas, partículas de un todo orgánico fundado por Carlos V y Felipe II.
Cada tratado y cualquier modesto texto escolar reafirma el error, según el cual, las veintitantas patrias son "naciones" y la vecina está poblada de enemigos de ayer, de hoy, de mañana y de siempre. Fronterizos o no son siempre visualizados como "extranjeros" y con defectos y carencia que los tornan abominables. Juan José Arévalo, para referirse al Continente, que más bien parece un archipiélago, expresa que nuestras repúblicas "semejan témpanos que flotan en un océano de frialdad sin conexión submarina y privados de común horizonte".
Los enfoques insularistas son asumidos como propios por las capas medias y la masa popular aplastadas por la cultura oficial que se inyecta a través de la prensa y la TV de cada país. Estas consagran los particularismos que disuelven la unidad de la patria común que fuese un sólo cuerpo sociopolítico durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Cada habitante es inducido a sentirse "distinto" y "distante" –y a veces "superior"– a los oriundos de otros segmentos del contexto hispanoamericano. Tarea difícil es aprender. Sin emarrgo, más duro es "desaprender".
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