Esa antinomia es importada de París. Moría la monarquía de los Luises y en la Asamblea Nacional de 1789 los ujieres ubican a los diputadoa según se inclinen por los cambios o por la estabilidad, respectivamente, a la izquierda o a la derecha del recinto. La dualidad se impuso y perdura. Si el ambiente es de izquierda necesariamente hay que favorecer, por ejemplo, el aborto y el divorcio. Si por el contrario es de derecha se debe ser Opus Dei y libre mercadista. Cualquier matiz es visualizado como sospechoso. Ello obvio, engendra dogmatismo dañinos-
Es un esquema pegado con "cola fría" en la cabeza de millones. Apenas se menciona -en el plano cívico- a una persona de inmediato surge la pregunta "¿es izquierdista o derechista?". Otros nos extorsionan: "debemos sufragar por fulano para evitar que triunfe de mengano que es de izquierda". O la inversa, es clave "votar por perengano para impedir que regrese a La Moneda zutano que es de derecha" . De repente la dualidad se atomiza y surgen la "centroderecha" y la "centroizquierda". Hubo antaño un postulante a la banda tricolor que se proclama de "centrocentro".
Existe también la extrema derecha así como la extrema izquierda. Se le suele ubicar como "ultras". Así existe la ultraderecha y la ultraizquierda. Aquella gobierna con Pinochet. Hoy son de "centro derecha" y prometen respeto a los DDHH. La otra "ultra" es la que le da sabor y color a los 1000 días de la Unidad Popular. Hoy los Altamirano y los Garretón aquellos del "¡Avanzar sin transar!" que optan, en la hora de los hornos, por "¡Arrancar sin parar!" son de "centroizquierda". Ahora abominan de aquel pasado "jacobino".
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