miércoles, 18 de octubre de 2017

UNIDAD Y SEPARATISMO

En el marco del Derecho Público Nacional está el concepto de"federación". El Nuevo Mundo es escenario -a fines del XVIII- del surgimiento de EEUU.  Ese país se organiza como tal. Luego se fundan México, Venezuela, Argentina y Brasil acorde al modelo norteamericano. No importa si son república o monarquía. A mediados del XIX los Estados sureños de la Unión alegan que el Estado es una "confederación". Acorde al Derecho Público Internacional, sostienen. pueden recuperar en plenitud la soberanía y escindirse de Wahingtón, DC . Entonces el Presidente Abraham Lincoln  los juzga piráticos y comienza un enfrentamiento interno conocido como Guerra de Secesión.

Secesión es segregación, es decir, afán separatista. Lo de la abolición de la esclavitud es asunto secundario. Lo importante es que luego de feroz enfrentamiento -5 años de guerra y medio millón de bajas- triunfa la fuerza centrípeta sobre la centrífuga y la atomización cae aniquilada. El asesinato de Lincoln es apenas el canto de cisne del separatismo así como es sólo folklore el KKK. La fórmula confederal, a título de excepción, sólo la usa el notable Andrés Santa Cruz. El experimento que impulsa lo destruye la guerra que preconiza  Diego Portales. El resto de las repúblicas opta por proclamarse "unitaria". La URSS -hoy fenecida- nace como  "confederación". Luego se proclama "federación" y Stalin la convierte en "unitaria".

Ahora España es víctima de un brote separatista. No es armado, sino se mantiene en una esfera pacífica. Los "catalanistas" que aborrecen la identidad hispánica anhelan romper con Madrid y conseguir la independencia. Eso de "independencia", de inmediato, cosecha simpatía en nuestra América cuya meditación sobre las consecuencias de 1810 es anulada por el vino tinto. Aparentemente está apagado el polvorín vasco y, por ahora, Euskadi  no exige independencia. Cataluña es la amenaza. La izquierda local le brinda respaldo con la misma irresponsabilidad que alienta los pujos emancipacionistas de la Araucanía. Hoy el indigenismo -preferimos  denominarlo "indolatría"- acentuaría nuestra desmembración. Experiencia que equivalente a la pulverización de Yugoeslavia.

Los mapuches -distribuidos entre Chile y Argentina- se estiman asimismos una minoría oprimida por un supuesto coloniaje de Santiago y Buenos Aires. Sostienen no sin razón que fueron puestos de rodillas -no por la Corona- sino por dos episodios de fines del XIX. Respectivamente, la "Pacificación" y la "Campaña del Desierto". De aquella época a hoy  esa etnia pierde amestiza y pierde en un 75% hasta el uso del dialecto autóctono. El poblamiento chileno es potente y el panmapuchismo lo sostiene una minoría. Esta se proclama "pueblo originario". Ello deja a 15 millones de criollos como "huincas" que significa extranjeros y ladrones. Desde la otra orilla, sostenemos, son originarios tanto ellos como nosotros. Imposible aceptar que el racismo antindígena  ahora sea antichileno.

Los ultra mapuches exigen la autonomía. Otros van más lejos y promueven la fundar una república -el Walmapu- que abarcaría de océano a océano segmentos de Chule y Argentina. Son protegidos por Europa. No por broma poseen oficinas en Bristol. Obtienen apoyo de la TV que los exalta. Se usa la indumentaria para presentar como "indio" lo que es mestizo. La escolaridad se asocia a este proceso porque enciende el culto a lo aborigen y devalua el aporte ibérico. La nueva legislación apunta a lo mismo por decreto, obedeciendo a la OIT, nacen nuevos pueblos aborígenes que sabemos ya han sido incorporados ala chilenidad via mestizaje. Tras ello está la promesa de suelo y dinero. Es momento de atajar el abuso que implica usar  la consigna de la "autodeterminación de  los pueblos" para continuar desintegrando nuestra América y  España. 

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