lunes, 14 de abril de 2014

PROF. GODOY... Dr. HC EN LA UNSA (*)

             

Señor Rector, señores Decanos, colegas catedráticos, queridos alumnos, señores Representantes de los Poderes del Estado, señores Delegados de las Fuer­zas Armadas de la República, señores Miembros del Cuer­po Diplomático y Consular, señoras y señores, compa­triotas conosureños:

 Esta Casa de Altos Estudios -principal centro de enseñanza superior de Bolivia- me enaltece con el máxi­mo galardón que una Universidad confiere: el Doctorado Honoris Causa.

Crece la simbología del gesto porque la Universi­dad Mayor de San Andrés la funda el mariscal Andrés Santa Cruz, arquitecto de la Confederación Perú-Boliviana y paladín del nacionalismo andino.

El grado de Dr. Honoris Causa que hoy recepciono constituye el reconocimiento a mi labor en las Universida­des del Cono Sur y a la beligerancia del Centro de Estu­dios Chilenos CEDECH.

Tal corporación contestataria es fundada, en 1982, entre otros, por el maestro Felipe Herrera, por Leonardo Jeffs, Alejandro Dorna y  por quien ocupa este podium.

El aula y el archivo, las publicaciones y la tribuna, es decir, mi trabajo docente, científico y ciudadano ha sido una campaña fervorosa por nacionalizar la cultura. Ello debe entenderse en la línea de Simón Rodríguez y de José Martí. 

No es suficiente nacionalizar la economía y la polí­tica. En necesario -de modo anticipado o simultáneo- na­cionalizar la cultura. Se carece de plena soberanía si no somos capaces de rescatar las esencias originarias, pre­servando nuestras substancias constitutivas como colecti­vidad histórica. Tal postulación es el mensaje vigente de Andrés Bello, de Juan Bautista Alberdi y de Franz Tamayo.

La educación básica, intermedia y superior debe estar al servicio, en consecuencia, de esa tarea nacionalizadora. Ello no es el fomento del insularismo y del encapsulamiento. Menos el cultivo de la patriotería, sino el afán de conocer y valorizar lo propio. No puede la escuela -como hasta ahora- continuar siendo una agencia de europeización y de descastamiento, trinchera de alie­nante mundialismo.

En esta ruta no me fue difícil encontrarme con Bolivia y su pueblo. En la medida que acentuaba mi chilenidad -desaprendiendo una cultura postiza- me hacía más y más nacionalista iberoamericano. Eso explica que sienta como propio el enclaustramiento de esta república que también perjudica a mi propio pueblo morador de las comarcas nortinas.

Estos países nuestros -de Patagonia a México- son partículas constitutivas de una meganacionalidad invertebrada. Tanto como lo fuera la Alemania prebismarkiana o la Italia pregaribaldina. Entonces si una es la nación, una es la cultura. Su abanico de matices lejos de fragmentarla, la enriquecen.

¿Que actitud asumir respecto de la cultura exterior? Aquella de ayer y la de hoy. Os intento responder con una parábola de Gandhi. Expresa: ''Cada nación, además de hondos cimientos y sólidos muros, debe ser un edi­ficio con amplios ventanales. Por cada ventana, bien­venidas las brisas del ancho mundo, ¡Oxigenan! Sin embargo, atajemos los huracanes: ¡Arruinan!".

Nuestras universidades -abandonando la hipnosis europeizante y la histeria patriotera- deben asumir esa ta­rea nacionalizadora en la perspectiva iberoamericana. Ello en las diversas labores atinentes a la docencia, la ciencia y la extensión.

Entre un seminario sobre "La metamorfosis" de Kafka y otro sobre "El Martín Fierro" de Hernández.

Entre una investigación de las tesis de Marcuse y de Gramsci y las de Sergio Almaraz y de Jorge Abelardo Ramos.

Entre la lectura de "Democracia y Educación" de Juan Dewey y "La Educación económica y el Liceo" de Francisco A. Encina.

Entre una exposición de Le Courbousier y justipre­ciar la obra de Lucio Costa.

Entre estudiar Historia de Europa y estudiar Histo­ria de Nuestramérica.

Entre un taller de los textos de Heidegger y de Sartre y otro sobre el discurrir de Octavio Paz y de José Ortega y Gasset.

Entre patrocinar una muestra pictórica del surrea­lismo francés y otra de muralismo mexicano.

Entre auspiciar un concierto de Bach y otro de músi­ca andina.

¡No dudemos! Se prioriza lo nacional. Una vez des­cubierta la raíz criolla y asimilado lo propio, es decir, lo patrio iberoamericano demos el paso hacia lo exótico. Así con equipamiento adecuado se entra en contacto con lo extranjero. El fundamento en el aquí habrá proporciona­do vigor propio y sello autóctono, es decir, personalidad. Habremos entonces quedado inmunes frente a los virus del vasallaje.
Universidad Nacional de San Andrés

Huyamos entonces de la idolatría snob por la moda forastera que empuja a despreciar lo nacional. Rechace­mos -en todas las esferas- el plagio y el calco, optando por el camino áspero, pero fecundo de la creación origi­nal. Pensemos con cabeza propia nuestros problemas. No vivamos de espalda a la cultura nuestra, es decir, ibero­americana.

Estoy -disculpadme- sustituyendo la alocución de agradecimiento por una clase. No pretendo enseñar. Ape­nas he querido explicar algo de mi batalla en Chile por una cultura genuinamente patriótica. He dicho patriótica y no patriotera.

Como catedrático y Director del CEDECH reci­bid, en retribución del galardón otorgado, un significativo recuerdo: la bandera de Chile. Aceptadla como tributo de concordia. No olvidéis, es el pabellón creado por Ber­nardo O'Higgins

Este prócer es colaborador de Andrés Santa Cruz y defiende la Confederación Perú-Boliviana, jugándose por la armonía entre La Paz y Santiago. Soy un chileno chilenísimo y no falsificado y por lo mismo, o'higginista. En tanto soy bolivianófilo.

Aceptad además -por vuestra gentileza- una vieja moneda. No por gastada menos valiosa y reluciente. Es la mágica palabra ¡gracias!

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*Discurso de agradecimiento, Aula Magna, Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, 24.08.1994 

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