Señor Rector, señores Decanos,
colegas catedráticos, queridos alumnos, señores Representantes de los
Poderes del Estado, señores Delegados de las Fuerzas
Armadas de la República, señores Miembros del Cuerpo
Diplomático y Consular, señoras y señores, compatriotas
conosureños:
Esta Casa de Altos Estudios -principal centro de enseñanza
superior de Bolivia- me enaltece con el máximo galardón que una Universidad
confiere: el Doctorado Honoris Causa.
Crece la simbología del gesto porque la Universidad
Mayor de San Andrés la funda el mariscal Andrés Santa Cruz, arquitecto de la
Confederación Perú-Boliviana y paladín del nacionalismo andino.
El grado de Dr. Honoris Causa que hoy
recepciono constituye el reconocimiento a mi labor en las
Universidades del Cono Sur y a la beligerancia del
Centro de Estudios Chilenos CEDECH.
Tal corporación contestataria es fundada, en 1982, entre
otros, por el maestro Felipe Herrera, por Leonardo Jeffs, Alejandro Dorna
y por quien ocupa
este podium.
El aula y el archivo, las publicaciones y la
tribuna, es decir, mi trabajo docente, científico y ciudadano
ha sido una campaña fervorosa por nacionalizar la cultura.
Ello debe entenderse en la línea de Simón Rodríguez y de
José Martí.
No es suficiente nacionalizar la economía y la política.
En necesario -de modo anticipado o simultáneo- nacionalizar
la cultura. Se carece de plena soberanía si no somos capaces de rescatar las
esencias originarias, preservando nuestras substancias constitutivas
como colectividad histórica. Tal postulación es el
mensaje vigente de Andrés Bello, de Juan Bautista Alberdi y de
Franz Tamayo.
La educación básica, intermedia y superior debe estar
al servicio, en consecuencia, de esa tarea nacionalizadora. Ello no es el
fomento del insularismo y del encapsulamiento. Menos el cultivo de la
patriotería, sino el afán de conocer y valorizar lo
propio. No puede la escuela -como hasta ahora- continuar siendo
una agencia de europeización y de descastamiento,
trinchera de alienante mundialismo.
En esta ruta no me fue difícil encontrarme con
Bolivia y su pueblo. En la medida que acentuaba mi
chilenidad -desaprendiendo una cultura postiza- me hacía
más y más nacionalista iberoamericano. Eso explica que sienta como propio
el enclaustramiento de esta
república que también perjudica a mi propio pueblo morador de las
comarcas nortinas.
Estos países nuestros -de Patagonia a México-
son partículas constitutivas de una meganacionalidad invertebrada.
Tanto como lo fuera la Alemania prebismarkiana o la Italia pregaribaldina.
Entonces si una es la nación, una es la cultura. Su abanico de matices lejos de fragmentarla, la enriquecen.
¿Que actitud asumir respecto de la cultura exterior?
Aquella de ayer y la de hoy. Os intento responder con una parábola
de Gandhi. Expresa: ''Cada nación, además de
hondos cimientos y sólidos muros, debe ser un edificio con amplios ventanales.
Por cada ventana, bienvenidas las brisas del ancho mundo, ¡Oxigenan!
Sin embargo, atajemos los huracanes: ¡Arruinan!".
Nuestras universidades -abandonando la hipnosis europeizante
y la histeria patriotera- deben asumir esa tarea nacionalizadora en la
perspectiva iberoamericana. Ello en las diversas labores atinentes a la
docencia, la ciencia y la extensión.
Entre un seminario sobre "La metamorfosis"
de Kafka y otro sobre "El Martín Fierro" de
Hernández.
Entre una investigación de las tesis de Marcuse y de
Gramsci y las de Sergio Almaraz y de Jorge Abelardo Ramos.
Entre la lectura de "Democracia y
Educación" de Juan Dewey y "La Educación económica y el
Liceo" de Francisco A. Encina.
Entre una exposición de Le Courbousier y justipreciar
la obra de Lucio Costa.
Entre estudiar Historia de Europa y estudiar Historia
de Nuestramérica.
Entre un taller de los textos de Heidegger y
de Sartre y otro sobre el discurrir de Octavio Paz y de José
Ortega y Gasset.
Entre patrocinar una muestra pictórica del surrealismo
francés y otra de muralismo mexicano.
Entre auspiciar un concierto de Bach y otro de música
andina.
¡No dudemos! Se prioriza lo nacional. Una vez descubierta
la raíz criolla y asimilado lo propio, es decir, lo patrio
iberoamericano demos el paso hacia lo exótico. Así con
equipamiento adecuado se entra en contacto con lo extranjero.
El fundamento en el aquí habrá proporcionado vigor propio y sello
autóctono, es decir, personalidad. Habremos entonces quedado inmunes frente a
los virus del vasallaje.
Huyamos entonces de la idolatría snob por la
moda forastera que empuja a despreciar lo nacional.
Rechacemos -en todas las esferas- el plagio y el calco,
optando por el camino áspero, pero fecundo de la creación
original. Pensemos con cabeza propia nuestros problemas.
No vivamos de espalda a la cultura nuestra, es decir,
iberoamericana.
Estoy -disculpadme- sustituyendo la alocución
de agradecimiento por una clase. No pretendo enseñar.
Apenas he querido explicar algo de mi batalla en Chile
por una cultura genuinamente patriótica. He dicho patriótica
y no patriotera.
Como catedrático y Director del CEDECH recibid,
en retribución del galardón otorgado, un significativo recuerdo:
la bandera de Chile. Aceptadla como tributo de concordia. No olvidéis, es el
pabellón creado por Bernardo O'Higgins
Este prócer es colaborador de Andrés Santa Cruz y
defiende la Confederación Perú-Boliviana, jugándose por la armonía entre La Paz y
Santiago. Soy un chileno chilenísimo y no falsificado
y por lo mismo, o'higginista. En
tanto soy bolivianófilo.
Aceptad además -por vuestra gentileza- una
vieja moneda. No por gastada menos valiosa y reluciente.
Es la mágica palabra ¡gracias!
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*Discurso de agradecimiento, Aula Magna, Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, 24.08.1994
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