miércoles, 7 de julio de 2010

FRANCISCO ANTONIO ENCINA

Fue Premio Nacional de Literatura. En su momento no existían los otros galardones. Debió haber sido Premio Nacional de Historia y también por cierto Premio Nacional de Educación. Lo primero no sorprende, pues allí están solemnes y controvertidos sus 20 volúmenes de Historia de Chile. Sin embargo, ¿por qué juzgarlo merecedor de la recompensa que distingue a la docencia? La respuesta está en su contribución a la pedagogía. Paradoja: no es hombre de aula. Estudió derecho en la U de Ch. Se titula de abogado y jamás ejerce. Se desempeña por un periodo como diputado. En torno al Centenario –con Guillermo Subercaseaux, Luis Galdames y otros notables chilenos- funda el Partido Nacionalista extinguido en 1920.

La duda persiste ¿por qué Premio Nacional de Educación? En 1912 interviene en una asamblea sorprendente por su solvencia científica. Critica la escuela tradicional como una institución extraña a los intereses y anhelos del país. Postula, en consecuencia, otro tipo de plantel nacionalizador que adiestre para el trabajo productor y la aventura pionera. Su mensaje ha sido en casi un siglo campana de palo. Los centros de preparación del magisterio cierran las puertas a su doctrina. Allí ingresan “en gloria y majestad” los teóricos euroyanquis y nunca el discurrir de un criollo. Sin embargo, sus obras “Nuestra inferioridad económica” y “La educación económica y el liceo” conservan vigencia. Hoy enriquecerían el debate pedagógico.


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