En la educación sistemática el lucro es un veneno y no un motor. Al empresario privado -
apodado "sostenedor"- no le interesa la calidad del estudio, sino la cantidad de alumnos porque implica dinero. No escapan de la burda ecuación los planteles municipales y tampoco los estatales. Se usan ingeniosas estrategias de marketing para reclutarlos. También el mercado ofrece "tres años en uno" y "cursos de nivelación de media" que son chistes macabros. El educador exigente es un estorbo, pues ahuyenta a los "clientes". Se le presiona para dar "otra oportunidad" que mude, por arte de magia, "rojos" en "azules". Las escuelas municipales cuyo contingente disminuye se clausuran, pues no rentan.El temor a perder el trabajo acecha del director al auxiliar pasando por los maestros. Esto vale en los tres niveles de la estructura escolar. Cualquier maniobra vale para conservar matrícula. Legitiman el despanzurro las psicólogas repetidoras de las teorías del Dr. Spock.
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El afán por "retener al educando en el sistema" genera promociones automáticas, eximiciones y abolición de los exámenes. Los "cuatritos filantrópicos" son epidemia. La consigna: evitar "la mortalidad académica". Los alumnos denominados "vulnerables" estiman un derecho se les obsequien notas, certificaciones o títulos. Están nutridos de paternalismo, pues de pequeños han
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