martes, 11 de abril de 2017

EDUCACION TECNICA

Chile -¡áspera es la verdad!- dispone de economía subdesarrollada y población privada de capacitación técnica. Requiere de mandos medios competentes en la faena minera, agropecuaria, pesquera, silvícola, industrial y mercantil. Así lo advierte, precursoramente, en el XVIII, Manuel de Salas y, en los albores del XIX, Simón Rodríguez. La Generación del Centenario reitera la urgencia. En esa esfera la postulación de Francisco A. Encina, es tan sólida como desconocida.

Aludir al legado de estos tres notables es algo «retro» para quienes presumen estar en la modernidad. Como se trata de criollos, los eurosiúticos, los juzgan «ordinarios". No obstante, aquellos pioneros están en lo cierto, pues preparar recursos humanos para «el despegue» constituye el primer deber de la estructura escolar. Optimo si opera combinadamente con el mundo empresarial. No todo ha sido discurrir teorético. En el ámbito de lo concreto -como hitos señeros- anótese la Academia de San Luis fundada en el XVIII, la Escuela de Artes y Oficios, e el XIX y, el XX, la Universidad Técnica del Estado.

La estructura escolar debiera comprometerse en la tarea de erradicar el apetito por el desempeño de oficina y el ancestral desprecio por las manualidades. Ello constituye deber irrenunciable. La «escuela del hacer» debe sustituir a la «escuela del divagar». La sociedad tendrá que convencerse que la tecnología actual no es, como antaño, un tosco esfuerzo muscular. Ya está borrando las fronteras entre el trabajo intelectual y manual. La economía apetece de expertos básicos e intermedios que la dinamicen con perseverancia y creatividad.

Sin embargo, la educación humanístico-científica es mayoritaria y con prestigio. Sabemos que conduce sólo a la Universidad o a la nada misma. La educación técnico profesional aparece minoritaria y menoscabada. Aún más, ayer la reducen de seis a cuatro años. Ahora se anuncia que disminuye a dos.Pese a la oposición de los docentes de ese ámbito se impondrá la asesoría colonial de los «expertos» del Banco Mundial, con el respaldo del MINEDUC 

.Los Institutos Comerciales, por ejemplo, ya no confieren el diploma de Contador Público. Se deshidrata, por ende, su prestigio y atribuciones. Ya en 1975 se suprimen las Escuelas Normales que con 20 años, gradúan docentes básicos. La pauta es postergar la profesionalización y con ello se dilatan los estudios generales, es decir, aquellos que no proporcionan habilitación laboral. Esa consigna de «liceo para todos», dicho de otro modo, es proporcionar -a como dé lugar- educación media humanístico-científica a medio país incluyendo adultos.

Tal tipo de escolaridad no implica adiestramiento técnico. Aún más; en ese afán, para aquellos que obtienen puntaje exiguo en la PSU se genera una estructura nueva: los Centros de Formación Técnica (CFT) Si antes existió una estructura escolar de tres pisos ahora tendrá cuatro. Esos nuevos planteles se niegan a si mismos al ofrecer como señuelo «continuidad universitaria» Así la educación tecnológica -fragua de preparación de cuadros para el desarrollo- es aniquilada. Emblemático es el deceso de la Escuela de Artes y Oficios, fagocitada por la UTE, hoy USACH.

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