martes, 11 de abril de 2017

ESCUELA: FE Y LIMITANTES

Antaño se afirma: «La apertura de una escuela supone la clausura de una cárcel». Del siglo XVIII se transfiere al XXI esa delirante fe por el silabario, la pizarra y la tiza. Con inconmovible optimismo se juzga la educación sistemática como la piedra filosofal. Me refiero a aquella sustancia con que los alquimistas de la Edad Media, según de decía entonces, mutaban el plomo en oro.

También de muy atrás, en simpático contrapunto, el sentido común opina: «Lo que natura non da, Salamanca non presta». Recurriendo a la paradigmática Universidad salmantina se advierte que el influjo del aula y del docente es restringido en determinar el comportamiento, los valores y las destrezas del alumno. Al plantel, la ciudadanía le confiere la tarea de pulir diamantes y de modelar arcilla. 

La orfebrería y la alfarería son oficios identificados con la docencia. No obstante, los frutos del aula son mediocres o nulos. La sociedad nos entrega guijarros y no gemas. Lodo y no greda.Los educadores carecemos de la piedra filosofal. No transformamos al rústico en caballero, al delincuente en honesto, al laxo en dinámico, al torpe en genio.

El docente, aunque asuma su tarea con sabiduría y abnegación, tiene limitantes. En primer lugar  el aula compite otras fuerzas educativas. Ello empuja a comprender que es erróneo creer que el monopolio de la educación lo posee la escuela. El hogar, el barrio y la TV, el cine y la radio, para citar apenas cinco agencias influyen más que el pupitre magisterial. Generan "educación refleja" que opacan a la "educación formal".   

Otro factor que explica la potencia reducida de la labor académica es la desmotivación del magisterio. El MINEDUC le escamotea la autoridad de que estuvo premunido. Hoy opera mecánicamente y cumple su tarea de modo administrativo. No hay fuego apostolar. Investigar esa desmotivación es tarea urgente muchísimo más que la petición de computadores o exigir aumento de sueldo.

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