jueves, 23 de julio de 2009

DOCTORADO HONORIS CAUSA (*)


Señor Rector,
señores Decanos,
colegas catedráticos,
queridos alumnos,
señores representantes de los Poderes del Estado,
señores delegados de las FFAA de la República,
señores miembros del Cuerpo Diplomático y Consular,
señoras y señores, compatriotas conosureños:

Esta Casa de Altos Estudios -principal centro de educación superior de Bolivia- me enaltece con el máximo galardón que una Universidad confiere: el Doctorado Honoris Causa.
Crece la simbología del gesto porque la Universidad Mayor de San Andrés la funda el Mariscal Andrés Santa Cruz. Este personaje es el arquitecto de la Confederación Perú-Boliviana y paladín del nacionalismo andino.

El grado de Dr. HC que hoy recepciono en esta ceremonia constituye el reconocimiento a mi labor en las Universidades del Cono Sur y a la acción pública del Centro de Estudios Chilenos CEDECH.
Tal corporación contestataria es fundada en 1982 –entre otros- por el maestro Felipe Herrera Lane, Enrique Zorrilla, Jorge Barría, Leonardo Jeffs, Tomás Pablo y por quien ocupa este podium.

El aula y el archivo, las publicaciones y las publicciones y la tribuna, es decir, mi trabajo docente, científico y ciudadano ha sido una campaña fervorosa por nacionalizar la cultura. Ello debe entenderse en la línea de Simón Rodríguez y de José Martí.

Es insuficiente nacionalizar la economía y la política. Es necesario -de modo anticipado o simultáneo- nacionalizar la cultura. Se carece de plena soberanía si no somos capaces de rescatar las esencias originarias y preservar las sustancias constitutivas que nos dan el sustento y la textura como colectividad histórica.

Tal postulación es el mensaje vigente de Andrés Bello, de Jun Bautista Alberdi y de Franz Tamayo. La educación básica, intermedia y superior, en consecuencia, deben estar al servicio de esa tarea nacionalizadora. Ello no es el fomento del insularismo y el encapsulamiento. Menos el cultivo de la patriotería, sino el afán de conocer y valorizar lo propio.
No puede el aula –como hasta ahora- continuar siendo una agencia de europeizacion y de descastamiento, trinchera de alienante mundialismo. En esa ruta no me fue difícil encontrarme con Bolivia y su pueblo. En la medida que acentuaba mi chilenidad –desaprendiendo una cultura postiza- me hacia más y mas nacionalista iberoamericano.
Esto explica el por qué sienta como propio el enclaustramiento de esta república lo cual también perjudica a mi propio pueblo morador de as comarcas nortinas. Estos países nuestros –de Tierra del Fuego a México- son partículas constitutivas de una meganacionalidad invertebrada. Tanto como lo fuera la Alemania prebismarckiana y la Italia pregaribaldina.
Entonces si una es la nación, una es la cultura. El abanico de sus múltiples matices no la fragmenta, sino la enriquece. ¿Qué actitud asumir respecto a la cultura externa? Aquella de ayer y la de hoy. Os intento responder con un parábola de Gandhi. Expresa: “Cada nación, además de de hondo cimientos y de sólidos muros, debe ser un edificio de amplios ventanales. Por cada ventana, bienvenidas las brisas del ancho mundo ¡oxigenan! Sin embargo, atajemos los huracanes ¡arruinan!”

Nuestras Universidades –abandonando la hipnosis europeizante y la histeria patriotera- deben asumir esa faena nacionalizadora en la dimensión iberoamericana. Ello en las diversas labores atinentes a la docencia, la ciencia y la extensión.

Entre un seminario sobre “La Metamorfosis” de Kafka y otro sobre “El Martín Fierro” de Hernández.

Entre una investigación de las tesis de Marcuse y Gramsci y las de Carlos Montenegro y de Jorge Abelardo Ramos.

Entre el análisis de “Democracia y educación” de Juan Dewey y “La educación económica y el liceo” de Francisco Antonio Encina.

Entre une exposición de Le Courbusier y justipreciar la obra de Lucio Costa.

Entre un taller de estudio de los textos de Heidegger y de Sastre y otro sobre el discurrir de Octavio Paz y de José Ortega y Gasset.

Entre patrocinar una muestra pictórica del surrealismo francés y otro de muralismo mexicano.

Entre auspiciar un concierto de Bach o Mozart y otro de música andina.

¡No se dude! Se prioriza lo criollo. Una vez descubierta la raíz nacional y asimilado lo propio, es decir, lo patrio iberoamericano demos el paso hacia lo exótico. Con el equipamiento adecuado se entra en contacto con lo extranjero. El arraigo en el “aquí” habrá proporcionado vigor propio y sello autóctono, es decir, personalidad . Se habrá adquirido inmunidad ante el vasallaje.

Húyase entonces de la “tentación fatal” por la moda forastera que al embrujarnos nos precipita a despreciar lo propio. Repudiemos -en todas las esferas- el plagio y el calco, optando por el camino áspero, pero fecundo de la creación original. Si algo proviene de ultramar no se adopte, sino adáptese. Pensemos, con cabeza propia, nuestros problemas. No vivamos de espalda a lo nuestro. Seamos, no remedo, sino nosotros mismos.

Estoy –disculpadme- sustituyendo una alocución de agradecimiento por una lección. En esta magna oportunidad, no pretendo enseñar. Apenas he querido formular un comentario de mi batalla en Chile por una cultura genuinamente patriótica. Digo patriótica y no patriotera.

Como académico de oficio y director de CEDECH recibid, en retribución del galardón otorgado, un significativo recuerdo: la bandera de Chile. No olvidéis, es el pabellón creado por Bernardo O´Higgins Riquelme, colaborador de Andrés Santa Cruz, quien defendiera la Confederación Perú-Boliviana, jugándose por la armonía entre La Paz y Santiago. Soy un chileno chilenísimo y no falsificado y, por lo mismo, o´higginista. En tanto soy bolivianófilo.

Aceptad además –por vuestra gentileza y generosidad- una vieja moneda. No por gastada menos valiosa y reluciente. Es la mágica palabra ¡gracias!

(*) Discurso de agradecimiento proferido en el paraninfo de la UMSA, La Paz, 26.08.1994. Se incluyó en “Chile versus Bolivia: otra mirada”, pág. 67 y ss. Esta distinción, por primera vez se confería a un chileno. Sin embargo, nuestra prensa calla. Las autoridades también silencian el hecho. A los desmemoriados se les recuerda que el régimen militar finaliza en 1990.




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