domingo, 6 de marzo de 2016

CRITICA A LA EDUCACION MEDIA

La reforma de 1968 rebautiza a la educación secundaria como "educación media". Esta es expresión del prurito de mudar etiquetas. La impartida por liceos, institutos y colegios se apellida «humanístico-científíca». Quiérase o no, son las mismas vetustas «humanidades» que cursaron los abuelos. 

La diferencia está en que ya no son seis, sino cuatro años. El primer bienio es común. Ya en 3º se trifurca en cursos con énfasis en Matemática, en Biología y en Letras. Respectivamente conducen a ingeniería, a medicina y  a derecho. La PAA y ahora la PSU, es lo que aguijonea a docentes y discípulos.

El éxito de un plantel se mide por los alumnos que ingresan a aquellas carreras clásicas. Como las calificaciones gravitan en el puntaje de la PSU, es potente el forcejeo por las notas. Los planteles privados las "inflan". No son pocos los alumnos las incrementan mudándose a establecimientos con bajo nivel de exigencia. 

El resto -los más- se acogen a la «filantrópica» política de las promociones automáticas con el «cuatrito» como emblema.Los planteles humanístico-científicos están diseñados como preparatorios de la U. Lo preocupante es su explosiva expansión. No se concibe otra educación media que no sea esa. 

La otra denominada técnico profesional no encuentra acogida. El ancestral repudio a la manualidad nutre tal animadversión. Los padres anhelan un destino universitario para sus vástagos. El ascenso social se identifica con la corbata y jamás con el mameluco. Obvio, las vacantes de las UU son insuficientes. 

Son innumerables los excluidos del Olimpo. Los frena el puntaje deprimido y el arancel de de las matrícula de las UU. Así quedan, anualmente, muchísimos con «IV Medio aprobado» como se anotan en el curriculum vitae. Pasan a integrar el contingente de desempleados.

Esos cesantes crónicos representan el "analfabetismo tecnológico". Lo poco estudiado apenas si los habilita para postular a juniors, encuestadores, promotores, cajeros de supermercados. telefonistas... Ya el Fisco no los convierte en oficinistas. Ahora, ya egresados, los acecha la frustración y el resentimiento.

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