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Hugo Chavez estarà -es mi opinión- en un inframundo particular. No es el
Infierno donde quisieran verlo sus enemigos. Tampoco, el Paraíso, donde anhelan conservarlo ciertos seguidores. Será una especie de Limbo donde no se
sufre, pero tampoco se descansa en paz, pues se trata de un lugar incierto,
indefinido, donde el que partió, en “cuerpo y alma”, está y no está, es y no
es, sitio aquel del eterno batallar y ajeno a la quietud. El compañero
ilustre, opino, debería ser sepultado en su pueblo natal, en la tierra que lo
vio nacer. Lo que debe ser exhibido no es su cuerpo embalsamado, sino que, con
talento y consecuencia, continuar sus ideas de transformaciones de la sociedad y sus
esfuerzos por la integración de Suramérica.
(*) Adaptaciòn de notable artículo del poeta Alejandro Lavquén)
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