
Los 17 años de exilio interior los aprovecha Herrera en continuar publicando sus obras. Todas con un sesgo notoriamente bolivariano. Antes –como se recordará- el Presidente Frei Montalva le encarga –junto a otros expertos- un proyecto de Mercado Común Latinoamericano. Desde el BID funda el Instituto para la Integración de América Latina INTAL. La primera iniciativa se marchita por efecto de la gravitación de la Alianza para el Progreso. Aquel centro académico padece hasta hoy de celulitis burocrática en su estructura y de sofisticación “confundiológica” en lo que investiga y difunde. En 1979 impulsa la candidatura de Haya de la Torre al Nobel de la Paz. Ello al conmemorarse el centenario de la Guerra del Pacífico. Aplaude la Declaración de Ayacucho y el Acta de Charaña que apuntan a poner fin al encapsulamiento de Bolivia. Apoya a la Casa Rosada en Malvinas y, después, la mediación vaticana que resuelve la querella del Beagle.
En ese 1982 estimula a quienes resuelven fundar el Centro de Estudios Chilenos CEDECH nacido –en lo inmediato- al calor de la epopeya del Atlántico austral. Será hasta el deceso su Presidente Honorario. Sostiene –en el contexto del socialismo chileno- la bandera latinoamericanista tarea no fácil entre vociferantes castristas y alabicados eurosocialdemócratas. Nos explica que, como representante del BID, favorece los proyectos carreteros, energéticos, industriales y mercantiles de tipo poliestatal que supusieran modalidades de integración. Al mismo tiempo en su docencia como catedrático en la Facultad de Derecho de la Casa de Bello y en sus textos proporciona fundamento económico a la tesis integradora. En lo sociológico identifica al Nuevo Mundo indoibérico como “una gran nación deshecha”. La “democracia pasteurizada” repuesta en 1990 lo olvida. Nunca fue posible lograr de la Casa de Toesca un reconocimiento a su genio y figura… Su producción in

No es posible equipararlo a un Haya que es pionero en plasmar una doctrina y más que eso intentar una orgánica continental integracionista. Su estatura e irradiación debe cotejarse con la república en que nace y en la cual anhela un rol protagónico que no alcanza porque el destino le es adverso. No obstante, su trayectoria y labor ameritan que se le evalue –por sobre la lápida de ingratitud- como un adelantado de esa chilenidad raigal e irradiante que, en el ayer profundo, representan O’Higgins y Vidaurre. Hoy se le homenajea con motivo de un nuevo aniversario de su deceso.
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