Nada más alecionador para millones de suramericanos que el origen y trayectoria del Coloso del Norte. Nace de 13 enclaves británicos apretujados entre la Cordillera de los Apalaches y el Atlántico. En menos de un siglo se transforma en potencia bioceánica. Arrasa para ello con pieles rojas y mexicanos. La mejor descripción del espíritu de su crecimiento está -oh, paradoja- en "El grito", texto en prosa de Gabriela Mistral.
El único obstáculo que se interpone es un intento de secesión, es decir, de separatismo. Los Estados sureños alegan que la Carta de Filadelfia confiere a cada uno el derecho a asociarse o disociarse. Es un contrato entre iguales y su validez, transitoria basada en la voluntad de los afiliados. Washington, sostiene lo contrario. La Unión es un pacto de perpetua vigencia. El forcejeo es entre "federados" y "confederados". El Norte industrial es federativo y se enfrenta con el Sur agrario, confederativo.
La tensión entre ambos bloques -lo de la esclavitud es sólo accesorio- se convierte en Guerra Civil (1861-1865) cuyo saldo -amén de 500 mil bajas- será el triunfo de la unidad y, consecuentemente, la derrota de la desmembración. Así EEUU puede seguir siendo tal. En caso contrario serían varias repúblicas anglófonas empobrecidas. Se puede afirmar que Lincoln es un Bolívar triunfante, mientras Bolívar, un Lincoln fallido. La película sobre el mandatario estadounidense así lo enseña.
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