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Quienes nacen, en Iberoamérica, a fines del XIX y se asoman a las letras leen a este escritor colombiano cuyos libros, folletos y artículos evidencian intransigente anticonformismo. Se adscribe con la la palabra y la milicia al liberalismo extremo y luego al nacionalismo continental. Las nacientes clases medias de aquel entonces -Gabriela Mistral incluida- lo leen con fruición y si pueden concurren a aplaudirlo en las conferencias que profiere en diversas capitales, pues es un errabundo impenitente. Desempeña cargos en la diplomacia de Ecuador y de Nicaragua y gusta del escándalo para autopromoverse. Uno es inaugura la literatura erótica y otro, no posternarse ante León XIII, el Papa de entonces. Con ello incrementa lectores, auditores y nombradía de autor "pecaminoso" y "enemigo de la fe". Publica no menos de medio centenar de obras y cultiva amistad con José Martí.
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