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No se envejece por haber vivido, sino por abandonar uno a uno los proyectos. Los años arrugan la piel, pero renunciar a la batalla arruga el alma. Las depresiones, es decir, tristezas, pesimismo y melancolía son enemigos invisibles, pero eficaces. Primero nos inclinan y luego nos sumergen en una tumba que llevamos en el corazón.
Joven no es sólo el veintiañero, sino el que se arriesga y se asombra. Contempla la existencia como una palestra y se siente asimismo un gladiador. Lo mantiene en vertical la fe y lo moviliza el coraje. Cada mañana se pone de pie y vive la jornada como episodio de epopeya. Ello lo anima en la tarea cotidiana.
La persona será tan joven como su secreto heroísmo y tan decrépito como su escondida cobardía. Tan joven como la seguridad en si mismo como anciano por el abatimiento. Tan joven por empuje como valetudinario por desgano. Tan joven por su competencia para marchar erguido como provecto por encorvarse ante cualquier dificultad.
Se es joven si hay entusiasmo por una meta. Se está caduco -aunque apenas se sumen 20 años- si la derrota anida en el alma. Este no es un asunto biológico relacionado con un organismo sano, gastado o enfermo, sino un rasgo del espíritu. Si se evapora la alegría de vivir ya se es viejo. Una y otra situación son actitudes y no edades.
Douglas Mac Arthur
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