viernes, 15 de abril de 2016

NUESTROS ANCESTROS

Aquí los ciudadanos carecen de noción de sus ancestros. Ensaye preguntarlo. Quedan como pasmados, es decir, sin respuesta y sumergidos en un  mar de dudas. La pregunta se juzga indiscreta. Lo cierto es que hasta donde he investigado los chilenos ignoran sus orígenes. No conviene aludir al mestizaje. Hasta el término "mestizo" se estima humillante. La usan apenas los docentes al explicar la estratificación social de la época hispánica y también los obreros de la construcción al referirse a vivienda mitad ladrillo y mitad madera. 
 Algunos se aferran a un euroinmigrante. El ejemplo lo da la Presidenta de la República. En los preparativos de viaje  a Francia manifesta que su propósito es conocer el terruño de sus antepasados. Con ello aludía apenas a uno de sus cuatro tatarabuelos y tres quedan en el anonimato. Su propio padre es Bachelet Martínez y, por ende, mestizo francochileno. Bachelet Jeria no es una excepción. Lo frecuente en el país es ufanarse de un apellido europeo como título nobiliario. Mejor aun si el nombre propio es "Michelle" y se oculta el criollo "Verónica".
Negar los ancestros se liga con el desprestigio de lo ibérico. Comienza esa campaña con la Independencia. La elite legitima el quiebre con la Corona y por ello repudia su raigambre peninsular. Enaltece lo aborigen y muy luego lo denosta como una rémora. Así nos castran de antepasados y con ello se genera la crisis de identidad. No sabemos nada de las raíces. Están devaluadas. De allí que no nos reconozcamos como mestizos y nos carcoma el alma el complejo de inferioridad compensado por el de superioridad respecto a las pueblos vecinos.

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