jueves, 9 de julio de 2015

IDIOMA NACIONAL

Quieren barrer el castellano:
nuestro idioma patrio 
A propósito de la imposición legal boliviana según la cual los funcionarios públicos deben manejar -además del castellano- uno de los 36 dialectos acorde con la comarca donde trabajen me permito recordar anécdota que protagonizo  en mi  país.    Antes manifiesto que convertir en multilingue a un país no es asunto que se logre por decreto. Menos por cierto en el plazo de un par de meses. Ello también me invita a comentar que en la España actual las autoridades de Vasconia y Cataluña -atrincheradas tras las autonomías- presionan a los docentes para el aprendizaje, respectivamente, del eúskaro y del catalán. En esas lenguas deben enseñar y no en castellano. La amenaza: si no cumplen serán destituidos.
    
 La anècdota es la siguiente... al finalizar 1994 comienza la euforia de los “copiones” mapochinos por la experiencia escolar española. En la Península se vive, a horcajadas de la Transición,  el destape. La democracia se expresa en quemazones del pabellón patrio y  la histeria de los particularismos regionales. Eso de “España una, grande y libre” ya se considera una zarandaja franquista, se acentúa el terror de la ETA y el afán por la “modernidad” envuelve a la sociedad española. En ese contexto nos visita, en el Ministerio de Educación, donde me desempeño como asesor, una “experta”  catalana y catedrática. Según recuerdo, auspiciada por el Banco Mundial.

Dicta una conferencia sobre la reforma educativa ibérica ante funcionarios de esa Cartera. Lo que motiva esta breve crónica es el cierre de su disertación. Muy segura de sí misma manifiesta.“les agradezco la atención prestada. Sin embargo, les pido disculpas por no usar el idioma del país, sino el castellano”. Quizás por fatiga nadie repara en el disparate. Constituyo la excepción. Me pongo de pie y expreso: “Discúlpeme la colega española, pero aquí el idioma nacional no es el mapudungún, sino el castellano. Me avalan Gabriela Mistral, Pablo Neruda y 15 millones de paisanos”. El silencio que se produce se podía cortar con tijera. Lo altera sólo la invitación del ministro a un cóctel.


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