
Dicta una conferencia sobre la reforma educativa ibérica ante funcionarios de esa Cartera. Lo que motiva esta breve crónica es el cierre de su disertación. Muy segura de sí misma manifiesta: “les agradezco la atención prestada. Sin embargo, pido disculpas por no usar el idioma del país, sino el castellano”. Quizás por fatiga nadie repara en el disparate. Constituyo la excepción. Me pongo de pie y expreso: “Discúlpeme la colega española, pero aquí el idioma nacional es el castellano. Me avalan Gabriela Mistral, Pablo Neruda y 15 millones de paisanos”. El silencio que se produce se podía cortar con tijera. Lo altera sólo la invitación a cóctel formulada por el director.
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