
El Estado docente es la doctrina, según la cual, la república asume el compromiso de educar a la población En todas nuestras Constituciones aparece este deber como preferente, La Iglesia sintió que, al imponerlo, se invadía su ámbito. Ello será uno de los ingredientes de las querellas políticoteológicas del siglo XIX. Lo cierto es que tal afán jamás es monopólico y, por ende, no excluye la iniciativa privada. Desde otro ángulo, es laico, pero no ateísta.
Nuestro Estado, apoyado en la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria, reduce el analfabetismo. Surgen escuelas

El Estado docente funda una red de institutos que culmina con la U de Ch. Todo el sistema es gratuito y ajeno a la concientización sectaria. Apunta siempre a premiar el mérito sin considerar cuna o billetera. No es perfecto, pero constituye una infamia negarle mérito. La actual elite política –comenzando por Lagos- no habría podido estudiar sin esta política escolar que hoy, en función del prestigio luciferino del Modelo Neoliberal, es cubierto de ignominia u olvido.
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