
El otro es el “analfabetismo tecnológico”. Se manifiesta en la ausencia de capacitación laboral de millones de exalumnos del sistema. Dicho de otro modo, no se educa para el trabajo. Denuncio en mi libro “Revolución en la educación” que es erróneo endosar sólo a la Universidad la tarea profesionalizadora.
El Consejo Asesor Presidencial, las Facultades de Educación y el magisterio deben inquietarse por esta novedosa patología pedagógica. Hay que marchar a una reingeniería del sistema escolar. Los padres –enfermos de arribismo- tendrán que comprender: la U no es el único camino.
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