Gira efectuada el mes pasado a América Central estimula a evaluar el proceso de integración en aquel segmento del Nuevo Mundo. Genera recientemente interés por la deposición del Presidente
Zelaya así como en 1954 es noticia por el derrumbe del régimen del coronel
Jacobo Arbenz y, en 1989, por la invasión estadounidense a Panamá. Su núcleo duro son cinco repúblicas (
Guatemala, El Salvador,Honduras, Nicaragua y Costa Rica). Los anexos:
Belice y Panamá. En el siglo
XIX es escenario de ensayos de unidad. Se inician -1823- con las Provincias Unidas de
Centroamérica cuyo arquitecto es J.
Matías Delgado y el teórico J.
Cecilio del Valle.Tanto la estructura política como el nombre y la simbología se inspiran en la denominada Revolución de Mayo. Se verifica lo anotado en el pabellón patrio de aquellos países. Se disuelve muy pronto, no obstante de 1842 a 1845 surge la República Federal de
Centroamérica cuyo personero es Francisco
Morazán. Entre 1856 y 1857 hubo una alianza militar centroamerica
na que culmina con el
aniquilamiento de
Wiliam Walker que, con base en
Managua, intenta edificar un
protectorado yanqui. En los 80 del
XIX surge Justo
Rufino Barrios -líder insuficientemente estudiado- que, al estilo de
Bismarck, por la fuerza de las armas reintenta el
aglutinamiento. Muere en combate. Se
refundará -la Federación- de modo transitorio con el nombre de República Mayor en 1898. Al año siguiente, un poco como revancha ante los fracasos, una asamblea estudiantil de la
Subregión, presidida por el joven Salvador
Mendieta, funda el Partido Unionista Centroamericano
PUCA.
La situación en
Suramérica es distinta. La praxis integradora muere en la cuna y el mismo Bolívar la estrangula al escindir Ecuador y
Bolivia respecto a Perú. Es cierto que el Libertador anhela envolver todas esas repúblicas en lo que denomina la Gran
Colombia, pero confiesa en el ocaso de su existencia que ha arado en el mar. No se registran esfuerzos
reintegradores en el
XIX. La excepción es el experimento de la
Confederación Perú-Boliviana que articula el mariscal Andrés Santa Cruz. Lo destruye Santiago en lo que es la primera guerra fratricida al interior de nuestra América (1835-1839). También hay guerras entre Brasil y Argentina y, por cierto, la de la Triple Alianza (1865-1870) y la Pacífico (1879-1883). En el
XX está la Guerra del Chaco (1932-1935) y la de 1941 entre Perú y Ecuador. Si a eso se añaden las tiranteces por asuntos limítrofes verificamos que, a diferencia de
Centroamérica, el
integracionismo es un anhelo de ciertas
elites. No obstante, hay que dejar
constancia del atípico esfuerzo del general
Perón con el
II ABC. No han existido aquí personajes como
Morazán o Barrios.
Mendieta. es equiparable sólo con el Haya de la Torre de los 30 que publica "
El antimperialismo y el
APRA" y funda -desde Lima- filiales de tal entidad en las diversas repúblicas oponiendo, a la
COMINTERN, una alternativa nacional y popular. Hoy el
MERCOSUR y la
UNASUR son las únicas opciones ciertas de cristalizar la tesis bolivariana siempre que no los afecte la bacteria de la burocracia.
Hoy el
integracionismo en
Istmania -se usa el nombre propuesto
por Juan José
Arévalo- se expresa en el Sistema de Integración Centroamericana
SICA, en la
Organización de Estados Centroamericano
ODECA, en el Parlam
ento Centroamericano
PARLACEN y en el Mercado Común Centroamericano
MCCA. Incluso existe a nivel
subregional un canal de
TV y un
mensuario. Sin embargo, ello -quizás por el virus de la burocracia- no logra excluir los particularismos disolventes. Incluso la Guerra de los 100 horas-también conocida como Guerra del Fútbol- supone una reyerta entre El Salvador y Honduras (1969) que implica 6 mil bajas y 15 mil heridos. Antes (1926) se produce la Guerra del Coto entre Costa Rica y Panamá.La finalizan dos unidades de la
US Navy. La
United Fruit Co. juzga inconveniente a sus intereses bananeros tal conflicto. Aunque este episodio bélico es anterior vale la pena reflexionar en orden a que aquellas
instituciones no logran generar la necesaria unidad de repúblicas que han vivido en el
XIX experiencias de tangible de ese tipo. Amén de choques armados aparece el
excepcionalismo de Costa Rica que se proclama "la Suiza de
Centroamérica". Panamá -se estima país"bolivariano"- y no centroamericano. Hoy mismo
Managua y San José riñen por la ribera del río San Juan. Antaño la tirantez entre
Guatemala y México permite que se consolide Honduras Británica que luego Londres convierte en República de
Belice.
Aquel
excepcionalismo costarricense muy parecido al de
Uruguay y al de Chile en el contexto
suramericano no es el único obstáculo de
la integración. Reiterase, pese a la maraña de organismos oficiales
ya enumerados, perduran viejos prejuicios. Los braceros
migrantes nicaragüenses son despreciados en Costa Rica así como los paraguayos por los porteños y los peruanos por los
santiaguinos. Se les estima perezosos y sucios en el país al cual acuden a la
zafra de
cafe. Los prejuicios son ambientales. Se expresan en motes: "chapines" son los guatemaltecos, "guanacos" los salvadoreños, los nicaragüenses "
pinoleros", "
ticos" los oriundos de Costa Rica así "
catrachos" los de Honduras y a los panameños se les apoda "panas". Tales
folklorismos se observan en los aduanas que son los templos del
desmenuzamiento y, por ende, los frenos de la libre circulación de personas, bienes y capitales. Cubren horas trámites como el sellado de pasaportes, revisión
de equipajes y valijas, contribuciones de ingreso y egreso a cada Estado. Es una liturgia envuelta en un poncho de
desconfianzas recíprocas. Si ayer el pretexto es la guerrilla hoy es el
narcotráfico. Lo concreto es que perdura y pareciera se acentúa la condición de archipiélago que exhibe América Central a pesar de aquellas instituciones que se enumeran. Tal fenómeno implica la evaporación del legado de
Morazán, Barrios,
Mendieta y Sandino.