
Son rituales caducos dirá algún cuestionador de lo expuesto. Respondo en efecto son rituales, pero dudo de su caducidad. Su práctica contribuyen a generar- modalidades de cortesía importantes en la vida social. Si fuésemos Robinsón Crusoe no serían necesarias, pero el aula -no sólo es la materia lo valoso- también es un laboratorio del comportamiento gregario. En esas esferas el docente debe ser un modelo. Más educa el ejemplo que la amonestación, la sugerencia, la plática o la perorata.
También es importante que se dé la clase erguido y no sentado. Así quien enseña domina mejor el panorama humano y trata de incorporar al aprendizaje a los discípulos ubicados en las butacas traseras. Lo anotado aquí no figura en los apuntes o libros que se consultan en las Facultades de Educación. Sin embargo, se juzga importante lo sepan y ejerciten quienes consagran la vida al oficio de enseñar, aunque hoy parezcan añejeces dado que se padece un desplome de la disciplina escolar.

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