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En aquel trance -por sugerencia de Leonardo Jeffs- apelo al sacerdote Raúl Feres. Me escucha sin comentario alguno. Acto seguido extiende un certificado atestiguando que los fármacos se destinan al Policlínico del Templo Votivo de Maipú. El documento es decisivo para evitar impredecible sanción. Tal gesto compromete mi gratitud. En aquella aciaga época, miles de personas recepcionan la solidaridad de la Iglesia. Sin embargo, ahora ya reinstalada la democracia -quizás por las modas de la modernidad y de la postmodernidad- no pierden ocasión de pisotear sus enfoques para asumirse como "progres". Juzgo ello una manifiesta ingratitud.
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