El personaje cabalga sobre la historia y la leyenda. Como relámpago irrumpe en los albores de nuestra Historia. Encabeza tenaz resistencia y, más que eso, organiza una ofensiva que está a punto de alcanzar Santiago de la Nueva Extremadura. Se cubre de gloria en Tucapel donde –nada menos- triunfa sobre el capitán general Pedro de Valdivia.
La condición mestiza se alcanza vía sanguínea y también cultural. Lo frecuente es nuestro mundo es la mixtura de sangres que genera un producto que asocia rasgos de una y otra raza. No obstante, también está la asimilación de usos y costumbres, pautas de comportamiento y sistema de valores, lenguas y confesiones, hábitos y técnicas…
Lautaro –o Laf-Taro que significa “Halcón Ligero”- es mestizo no en lo genético, sino en lo cultural. De párvulo vive en el recién fundado Santiago. Allí aprende castellano y un fraile doctrinero lo bautiza Alonso. Convive con los peninsulares y Valdivia lo recluta, por vivacidad, ordenanza. Como tal se convierte en eximio jinete.
Maneja el caballo –entonces supremo artilugio bélico-. Constata, in situ, que hombre y bestia son cosas diversas. Capta que los barbudos recién llegados son de carne y hueso, sujetos a la enfermedad y la muerte, a la alegría y la nostalgia. De ellos asimila tácticas y estrategias. Al regresar, furtivamente, a suelo nativo es ya un mestizo.
Consigue que lo designen superlonco y no por fortaleza física, sino por carisma. Innova en el estilo de combate. Lo mortifican supersticiones de sus compatriotas que comprometen el éxito de la confrontación. Introduce la caballería, armas de fuego, casamatas y ataques por oleadas sucesivas amén de servicios de inteligencia y contrainteligencia.
No logra dos metas: que los caciques mapuches ensanchen su concepción de patria y que los otros pueblos amerindios integren un Frente Amplio. A aquéllos les basta con liberar Arauco y éstos repudian el liderazgo mapuche. Morirá en Peteroa –a mano de flecheros picunches leales a Madrid- cuando, con raleada tropa, marcha sobre la Capital.
Su genio y figura lo rescata, en las estrofas de “La Araucana”, un joven militar hispano aficionado a la poesía: Alonso de Ercilla y Zúñiga. 3 centurias más tarde se fundará -inspirada en ese texto- la Logia Lautaro. Propósito: emancipar a América. Aquel es otro galopar del mestizo que encabeza aquel brote de rebeldía al promediar el siglo XVI.
La condición mestiza se alcanza vía sanguínea y también cultural. Lo frecuente es nuestro mundo es la mixtura de sangres que genera un producto que asocia rasgos de una y otra raza. No obstante, también está la asimilación de usos y costumbres, pautas de comportamiento y sistema de valores, lenguas y confesiones, hábitos y técnicas…
Lautaro –o Laf-Taro que significa “Halcón Ligero”- es mestizo no en lo genético, sino en lo cultural. De párvulo vive en el recién fundado Santiago. Allí aprende castellano y un fraile doctrinero lo bautiza Alonso. Convive con los peninsulares y Valdivia lo recluta, por vivacidad, ordenanza. Como tal se convierte en eximio jinete.
Maneja el caballo –entonces supremo artilugio bélico-. Constata, in situ, que hombre y bestia son cosas diversas. Capta que los barbudos recién llegados son de carne y hueso, sujetos a la enfermedad y la muerte, a la alegría y la nostalgia. De ellos asimila tácticas y estrategias. Al regresar, furtivamente, a suelo nativo es ya un mestizo.
Consigue que lo designen superlonco y no por fortaleza física, sino por carisma. Innova en el estilo de combate. Lo mortifican supersticiones de sus compatriotas que comprometen el éxito de la confrontación. Introduce la caballería, armas de fuego, casamatas y ataques por oleadas sucesivas amén de servicios de inteligencia y contrainteligencia.
No logra dos metas: que los caciques mapuches ensanchen su concepción de patria y que los otros pueblos amerindios integren un Frente Amplio. A aquéllos les basta con liberar Arauco y éstos repudian el liderazgo mapuche. Morirá en Peteroa –a mano de flecheros picunches leales a Madrid- cuando, con raleada tropa, marcha sobre la Capital.
Su genio y figura lo rescata, en las estrofas de “La Araucana”, un joven militar hispano aficionado a la poesía: Alonso de Ercilla y Zúñiga. 3 centurias más tarde se fundará -inspirada en ese texto- la Logia Lautaro. Propósito: emancipar a América. Aquel es otro galopar del mestizo que encabeza aquel brote de rebeldía al promediar el siglo XVI.
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