En Ciudad de Panamá transitando por el encantador casco antiguo pudimos ver comercio ambulante cuyos propietarios exhibían el retrato de Manuel Antonio Noriega. Allí estaba el fulgor de la nostalgia por el caudillo.Solían confesarnos "se es amigo siempre... tanto en la victoria como en la derrota". Esa gente humilde que vendía zumo de caña, chucherías varias, confites artesanales conservaba, por el encarcelado general, una extrema lealtad. Igual sentimiento se constata en barrios marginales como Chorrillos. Ahora -después del carcelazo en Florida y de una parodia de juicio en París- se anuncia que será repatriado.
En un continente amnésico es conveniente recordar que -acusado de narcotráfico y de vulnerar los DDHH- el 20 de diciembre de 1989- el coloso del Norte invade Panamá. La resistencia urbana significa 5 mil panameños ametrallados. Marines atrapan a Noriega refugiado en la Nunciatura Apostólica. Se le remite a EEUU y "juzgado". Nuremberg es un chiste al lado de este enjuiciamientos quizás sólo equivalente ayer al de Pedro Albizú Campos y recientemente al de Saddam. Su retorno al terruño vigorizará aquella nostalgia advertida en el corazón antiguo de la ciudad y en la periferia modesta. Su repatriación implica una incógnita.
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