lunes, 14 de noviembre de 2016

JACK LONDON: CENTENARIO

Este 2016 debería ser declarado el año de Jack London. Había nacido en 1876 en San Francisco y se suicida en 1916. Nació en enero y cerró la tienda en noviembre. Vivió 40 años y escribió 50 libros y deja una obra fotográfica monumental de 12.000 clichés. Fue el autor más famoso y mejor pagado de su época. Nacido para matarse y, sin embargo, lo tenía todo: una pluma  brillante, un físico de atleta, estatura mediana y un cuerpo hecho para la pelea.
Yo ya no soportaba a Emilio Salgari. Me aburría Julio Verne. Entonces surge Jack London. Un escritor de talento, un tipo humano de nuestra época y eso explique el silencio. No obstante, se acaba de reeditar "La llamada de la selva", texto soberbio de sensibilidad y energía. Fue hasta el final un socialista y un escritor contestatario. por encima de su  estilo extravagante de vida. 


La primera década del siglo XX tiene en Jack London a un referente literario    y     ­humano. Un hombre tan ponderado como Anatole France le llamará “socialista re­volucionario” en el prólogo de uno de los libros que conmocionaran el mundo de comienzos del siglo XX, "Talón de hierro". Probablemente haya pocos textos tan leídos por aquello que en nombre de la clase obrera   de   entonces  aspiran  a conquistar los cielos. 

Jack London quiere convertirse en granjero. No le bastan los espacios infinitos del río Yukón, de esa Alaska, de las nieves vírgenes donde sobreviven lobos y renos así como toscos seres humanos. Llegará a decir que prefiere los perros a las damas. Ello no es obstáculo para que lleve una vida amorosa ajetreada. Construye barcos de vela para recorrer los lugares más insólitos hasta que visita Hawái. Serán los momentos más creativos y locos de su vida.



Atrapado por el alcohol  brega por granjas y un barco para surcar el paraíso hawaiano. No hay escritor que aguante todo eso sin ­acabar en ruina. Es un mundo para banqueros, no para escritores. Sus aven­turas empresariales incluyen las comunas, las fábricas, los territorio para centenares de cabezas de ganado y, las plantaciones más singulares. Pero sigue siendo London y mientras le quede un resto de capacidad literaria, entre las nueve de la mañana a las doce del mediodía, sigue con la tarea de redactar. 

Su prestigio recorre el mundo, entre farras y alegrías que duran semanas, entre amigos, mujeres, nego­ciaciones  Al final todo acaba en catástrofe. ­No conozco otra biografía de Jack London que la de Richard O’Connor. Ilumina de manera brillante y minuciosa la trayectoria de este gran escritor. Algunos de ellos son obras maestras. Mis favoritos; "La llamada de la selva", "Martin Eden"  y  "Colmillo blanco"

Cuenta la mujer de Lenin, que el líder de la revolución de octubre estando en las últimas y apenas si hablaba, le indicó que le leyera algo de Jack London. Ella, buena lectora escogió "Amor a la vida", una narración conmovedora de los años de oro del escritor. Cuenta la agonía de un hombre y un lobo. Ella dice que a Vladímir Ilich le gustó y a su muerte el texto quedó, para siempre, en el  velador. 

Hace años compré catálogo fotográfico: Jack London, fotógrafo –París, 2011. Son sus viajes en imágenes. Allí vi la clase obrera de su país, a sus adorados hawaianos, la la revolución mexicana con Pancho Villa y Emiliano Zapata. 

Hizo de la humanización de la natura­leza salvaje la razón de una vida dispara­tada. Nunca deja de ser un ­socialista en un mundo que cada vez más se aleja de aquella utopía, Murió una noche de noviembre de 1916, después de calcular la dosis de morfina y la atropina que le ­serían letales. El propio London lo había dicho: "el hombre posee un derecho inalienable. Consiste en adelantar la fecha de su muerte”.


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