El afán por destruir España es antiguo. Ya el Reino Unido logra, en el XV, que se escinda Portugal. Así queda en el ayer la España ibérica. Ello origina una Lusoamérica que es Brasil y,obvio, Hispanoamérica. Durante la I República (1873-1874) los particularismos originan la revolución cantonalista. Sólo la restauración borbónica impide esa atomización cuya meta es convertir cada ciudad en un Estado al igual que las polis griegas de la Edad Antigua. La II República también genera fragmentación. No sólo Vasconia y Cataluña, sino, por ejemplo, Asturias y León se proclaman emancipadas e intentan representación en la Sociedad de las Naciones, organismo que antecede a la ONU. Eso terminó y el régimen impuesto -tras cruento choque interno- impone el principio de la integración bajo el lema: "España una, grande y libre". Hoy con la democracia -que implica un alto grado de suicida permisividad- regresan los secesionistas. Ya no es sólo el Estatuto de Cataluña, sino el terror de ETA lo que vulnera la unidad.
El Atlántico no es obstáculo para exportar la gangrena fragmentadora. Asesores etarras ya están presentes en la Araucanía. Impulsan la agitación mapuche. A esta minoría étnica se debe apoyar con tecnología, escolaridad y suelo. En esa esfera no hay discusión, pero es inaceptable allí un Timor Oriental o un Kosovo que parta en dos nuestro territorio generando una minirrepública de 620 mil habitantes así como Belice que no asciende los 150 mil. De modo irresponsable en esta semana la Cámara de Diputados recomienda, por amplia mayoría , reconocer a Saharaui que, con su Frente Polisario, incrementa el desmenuzamiento -en lo inmediato- de Marruecos y, en la esfera macro, de la nación arábiga. No nos quejemos que megapotencias coqueteen con un gobierno araucano en el exilio o que los ultras aborígenes asesorados por ultras criollos y extranjeros generen un foco guerrillero separatista. Controlense las ONGs europeas y limpiemos el territorio de personeros de la ETA. Ambas iniciativas no admiten demora.
El Atlántico no es obstáculo para exportar la gangrena fragmentadora. Asesores etarras ya están presentes en la Araucanía. Impulsan la agitación mapuche. A esta minoría étnica se debe apoyar con tecnología, escolaridad y suelo. En esa esfera no hay discusión, pero es inaceptable allí un Timor Oriental o un Kosovo que parta en dos nuestro territorio generando una minirrepública de 620 mil habitantes así como Belice que no asciende los 150 mil. De modo irresponsable en esta semana la Cámara de Diputados recomienda, por amplia mayoría , reconocer a Saharaui que, con su Frente Polisario, incrementa el desmenuzamiento -en lo inmediato- de Marruecos y, en la esfera macro, de la nación arábiga. No nos quejemos que megapotencias coqueteen con un gobierno araucano en el exilio o que los ultras aborígenes asesorados por ultras criollos y extranjeros generen un foco guerrillero separatista. Controlense las ONGs europeas y limpiemos el territorio de personeros de la ETA. Ambas iniciativas no admiten demora.
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